Punto de vista de Teresa
Nos quedamos mirándonos, respirando entrecortados y superficiales.
Deseaba tanto sentir sus labios sobre los míos que dolía físicamente. Quería recordar cómo era antes de que todo cambiara. Antes de la crueldad, la distancia y el fingir que éramos desconocidos.
Rafael se acercaba lentamente, sus ojos grises clavados en los míos. Sus manos seguían aferradas a mi cintura, quemando a través de la tela de la blusa. Sentía el calor de su cuerpo, veía el conflicto luchando en su expresión.
Iba a besarme. Estaba segura.
Mi corazón martilleaba contra las costillas. Mis manos se apoyaban planas en su pecho, sintiendo su latido a juego con el mío: rápido, descontrolado, desesperado.
Su rostro se acercaba más, y más. Su aliento rozó mis labios.
Cerré los ojos, esperando el contacto que me rompería o me sanaría, o ambas cosas.
Pero nunca llegó.
«Deja de ser tan torpe».
Su voz fue fría y distante. El calor de sus manos desapareció cuando retrocedió, poniendo espacio entre