Punto de vista de Rafael
Entré en mi plaza reservada a las 7:45 de la mañana, quince minutos antes de lo habitual.
Mis manos aferraban el volante mientras me quedaba allí sentado, mirando la pared de hormigón delante de mí. No había dormido. Otra vez. Tres noches ya de estar despierto, repasando la cara de Teresa cuando descubrió que vivía enfrente de ella. El horror. La traición. Cómo me había mirado como si fuera un monstruo.
Tal vez lo era.
Debería dejarla ir. Debería parar esta locura. Debería centrarme en Belén, en la boda y en la vida que se suponía que estaba construyendo.
Pero no podía. Cada vez que intentaba imaginar mi futuro sin Teresa, aunque solo fuera como mi asistente, aunque solo fuera como alguien a quien pudiera ver todos los días, todo se volvía oscuro.
Un movimiento captó mi atención en el retrovisor. Un Honda viejo deteniéndose junto al bordillo. Todo mi cuerpo se puso rígido.
Teresa.
La vi bajar del coche, moviéndose despacio como si cada paso le costara esfuerzo