Amanda escuchó las palabras de la abuela y, sin más que decir ni ninguna vergüenza ante ella, levantó la mano y le dio una buena y bien merecida cachetada a Viviana. Viviana no se quedó quieta e intentó devolverle el manotazo, pero la abuela ya había previsto su reacción y ordenó que la sujetaran con firmeza.
— ¡A los burros se les trata es a los golpes! —dijo la abuela sin rodeos. A pesar de ya sus muchos abriles, ella era directa y decidida.
Amanda se le acerco galantemente a Viviana.
— ¿No sabes acaso por qué perdí mi dignidad? ¿Un bendito cumpleaños era tan importante como para dejarme a mi propia suerte? Cuando todo sucedió, debiste sentirte muy satisfecha al enterarte, ¿no?
— En estos tres años no te he hecho verdaderamente nada malo. Fuiste tú quien, sabiendo todo, te metiste a dañar mi relación y seducir a mi novio. Gente como tú tarde o temprano termina pagando por lo que hace. Y si el karma no te devuelve el mal mereces, entonces seré yo misma quien te lo dé.
Amanda le dio ot