Si no fuera por Amanda, Jorge nuca hubiera perdido la cabeza. Ella era la única que podía repararlo.
Si pudiera, preferiría no mostrar nunca su verdadera naturaleza. Estaría dispuesto a fingir para siempre, mientras ella fuera feliz, a su lado.
Todo lo que hizo fue intencional, una actuación calculada.
Pero su amor por ella era genuino.
Sabía que había cometido un error imperdonable, que merecía el desprecio. No tenía derecho a exigir su perdón, pero tampoco podía convencer a su propio corazón de dejarla ir. Aunque ambos estaban sufriendo, Jorge se negaba a dejarla libre, no podía aceptar un futuro sin ella en él.
Si la dejaba ahora, nunca volvería a tener la oportunidad de estar con ella.
Amanda no era una simple cometa atada a un hilo; era como un ave libre. Si la dejaba volar, nunca volvería. Pero el hilo ya había dado tantas vueltas y caído la cometa tantas veces que parecía factible volver a empezar.
—Para ti… toma todo como si fuera falso. —dijo Jorge con voz baja.
—No voy a rest