— Amanda lloró un buen rato, hasta que, agotada, finalmente se calmó.
— Lo siento… lo siento mucho, he ensuciado tu camisa.
— Su llanto había empapado la camisa de Jorge, dejando una gran mancha húmeda.
— No te preocupes, es mejor que hayas llorado y liberado de eso. Todo ha quedado atrás.
Jorge le limpió el rostro suavemente, como si fuera una pequeña, pero con la cara llena de lágrimas y maquillaje corrido.
— ¿Tienes hambre? Voy a prepararte algo de comer.
Jorge estaba a punto de irse cuando su celular vibro. Era una videollamada de su abuelo.
— No quiero verte a ti, quiero ver a mi nieta.
Apenas contestó, el abuelo de Jorge hizo un gesto de desdén, como si no quisiera ni mirarlo.
Jorge, resignado, giró la cámara hacia Amanda.
— Hola abue.
Amanda lo saludó dulcemente.
Al ver los ojos enrojecidos de Amanda, el anciano se preocupó de inmediato.
— Amanda, ¿ese mocoso te ha hecho llorar? ¿Por qué estás así, con los ojos hinchados?
— No, no, me lastime el pie un poco hace un rato. No tien