La vida de Grabriel Lester y Allie Curtis está por dar un giro de ciento ochenta grados, cuando se les notifica que son los herederos de la fortuna de una millonaria y solitaria mujer mayor, Martha Britter. Ellos no se conocen, pero será Martha junto a su abogado, el señor Ardley, quienes maquinarán una serie de acontecimientos y definirán ciertas cláusulas en dicha herencia, para que la vida de su rebelde, alocado y único nieto Gabriel, junto a la decidida, fuerte y entusiasta Allie, quien la cuidó con alegría y mucho cariño por más de dos años en la residencia de descanso, donde pasó sus últimos días, cambien para siempre. ¿Serán capaces de cumplir con las cláusulas impuestas por Martha, o la ambición y la sed de venganza de Gabriel y el querer reivindicar a su padre, tirarán todo el plan de juntarlos por la borda? Diseño de portada por Andrea Paz. Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra. Registro oficial es SafeCreative 2307014723085. Todos los derechos reservados para Andrea Paz PS y DannyaRent.
Leer más¡Hola, hola! Aquí estamos de nuevo y esta vez vengo acompañada de una gran y talentosa amiga, mi queridísima, Dannya Menchaca.
Estamos muy emocionadas con esta nueva historia que traemos para ustedes y esperamos que la disfruten tanto como nosotras. Como saben, no podemos asegurar cuándo comenzaremos a actualizar, pero intentaremos subir algunos capítulos, mientras esperamos que nos aprueben.
De ante mano, les agradecemos el apoyo y esperamos que disfruten de este desafío. No olviden estar al pendiente, ya que estaremos avisando cuando comenzaremos.
La venganza de un idiota es una novela escrita por Andrea Paz y Dannya Menchaca, registrada en SafeCreative bajo el código: 2307014723085.
Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra, ya que estará infringiendo los derechos de autor.
__________________________________________________________________
Gabriel terminó de editar la última fotografía en su portátil y volvió a ojear cada una, orgulloso de las capturas que logró conseguir durante el fin de semana; los días soleados le habían dado un toque increíble a cada fotografía. Las subió a la nube virtual y cuando acabó, tomó su celular y se dispuso a llamar a Corin, su jefa en Luxury Homes, la revista para la cual trabajaba.
—¡Gabriel, por fin me llamas! —exclamó Corin. No tenía noticias de él desde que le designó el nuevo trabajo.
—Hola, Corin. Yo también te extrañé —bromeó, mientras la mujer al otro lado de la línea refunfuñaba—. Antes de que me preguntes, acabo de subir las fotografías de la casa de los Soler.
—No te hagas el gracioso, Gabriel. Si no es por el mismo señor Soler, ni me entero que estabas en su casa tomando las fotografías —gruñó—. Sabes que debes mantenerme informada, por algo soy tu jefa.
—Así me quieres, Corin —Le envió un sonoro beso y escuchó a la mujer suspirar.
—Si no me muero de vieja, me moriré de la angustia… —Se quejó, haciéndolo reír—. Tengo un nuevo trabajo para ti, te enviaré un mail con los detalles y mañana mismo te hago la transferencia de esta última entrega —advirtió.
—¿No me la puedes hacer ahora? Necesito vivir, ¿sabes?
—Lo más justo es que los dos suframos por igual —bromeó Corin, esta vez—. Te la enviaré en unas horas. Sé que es mi culpa tenerte tan consentido.
—Eso es porque me amas, Corin —No pudo evitar la risa, contagiando a su jefa—. Cuando me llegue el pago, contestaré tu mail —Se escuchó a Corin resoplar—. Y no te enojes, sabes que nunca te he dicho que no.
—Estamos en comunicación, Gabriel. Pórtate bien —Cortó la llamada y vio en la bandeja de entrada que llegaba el comprobante de la transferencia y el correo con la nueva información. Sonrió satisfecho, sabiendo que podría irse, ya mismo, a beber algo y quizás, conseguir buena compañía para pasar la noche.
Le encantaba sentir el viento contra su cuerpo. Le daba una falsa sensación de volar y a la vez, sentirse libre. Conducir su motocicleta era una de las cosas que más amaba en la vida, disfrutar de la velocidad y sobre todo observar los lindos paisajes que normalmente lo rodeaban.
Muchas veces, agarraba un saco de dormir y se perdía por la carretera hasta encontrar un lugar lejos de todo, donde solo él y la naturaleza convivían en armonía, entregándole la paz que buscaba.
Aparcó en el estacionamiento de un concurrido bar y tras asegurarse que sus pertenencias estaban seguras en la alforja, caminó hacia el interior de este, para buscar un sitio donde sentarse junto a la barra.
Después de pedir un par de cervezas y disfrutar del ambiente festivo, la noche se puso más interesante, cuando una joven y atractiva castaña se sentó a su lado, con la clara intención de seducirlo.
—No eres de aquí, ¿verdad? —preguntó la mujer con interés y sin dejar de mirarlo, a través de sus pobladas pestañas.
—No soy de ningún sitio —respondió Gabriel, haciéndose el interesante—. Soy un alma libre —agregó, dándole un sorbo a su cerveza.
—Interesante —respondió la joven, bebiendo de su copa y pasando sensualmente la lengua sobre sus labios—. ¿Nadie te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó sugerente, enseñándole su escote un poco más, mientras se acercaba a él.
—¿Quieres intentarlo? —La mujer mordió su labio inferior, pestañeando con coquetería y consiguiendo que la entrepierna de Gabriel saltara de su sitio, en aprobación. Asintió.
Sin decir una sola palabra, Gabriel la jaló hacia su cuerpo y con posesividad, acunó su cuello con una mano y comenzó a besarla como si su vida dependiera de ello, consiguiendo que la temperatura del concurrido bar, subiera unos cuantos grados.
—Te advierto que no soy nada suave… —susurró sobre sus labios, logrando que la castaña se retorciera entre sus brazos, soltando un sonoro jadeo—. Si estás dispuesta, podemos irnos ahora mismo —La mujer asintió enérgicamente, mientras Gabriel dejaba el dinero suficiente para pagar sus bebidas.
La tomó de la mano y a paso veloz, salieron rumbo al estacionamiento. En cuestión de minutos, ambos estaban montados en la motocicleta de Gabriel, con rumbo a algún hotel.
Recorrieron un par de kilómetros, cuando un oficial de policía los detuvo para un control de rutina.
—Buenas noches. Documentos, por favor —Pidió el oficial. Gabriel le entregó los documentos y éste se alejó a la patrulla, para rectificar la información.
—Supongo que no has matado a nadie —bromeó la chica, que con fuerza se sostenía de su cintura.
—No, que yo sepa —respondió Gabriel.
El oficial le entregó los documentos a su compañero, quien consultó a la central a través del radio.
—Coleman, parece que es el chico que buscaba tu amigo, el detective Spencer —señaló su compañero.
—Gracias, García. Lo llamaré de inmediato —Tomó su celular y llamó a su amigo de toda la vida, quién le había pedido como favor, poner en un listado la búsqueda del joven Gabriel Lester—. David, tengo a tu chico.
Conversaron brevemente y tras cortar la llamada, volvió hacia donde se encontraban Gabriel y su acompañante.
—Necesito que nos acompañe a la comisaría, por favor —señaló.
—¿Por qué?, ¿qué hice, oficial? —reclamó Gabriel.
—Ya se le informará en la comisaría —respondió—. Descienda del vehículo y sígame —ordenó.
—¿Y yo? —preguntó la mujer, asustada.
—Viene con nosotros y se podrá retirar —contestó el policía.
—¿Qué pasará con mi motocicleta?, ¿puedo sacar mis pertenencias? Tengo cosas de valor ahí —El oficial asintió y esperó a que Gabriel tomara sus cosas.
—Su motocicleta irá a un corral, no se preocupe, estará segura —afirmó el oficial. Tras resoplar, siguió al policía hacia la patrulla, junto a su acompañante, que nada tenía que ver.
Al llegar a la comisaría, la mujer huyó apenas puso pie firme en tierra y a Gabriel, sin que le explicaran nada, lo dejaron esperando en una oficina.
—¿¡Qué se creen, dejándome encerrado aquí, sin siquiera darme una explicación!? —reclamaba furioso, al no saber qué hacía ahí y por qué motivo lo llevaron detenido.
Caminaba de un lado a otro, maldiciendo por la situación y por haberle arruinado la noche. La puerta se abrió y entró una vez más el oficial Coleman.
—Me va a explicar ¿qué hago aquí? No pueden detenerme sin decirme las razones ¡Conozco mis derechos! —exclamó esto último.
—Señor Lester, no se exalte y tome asiento —Pidió el oficial—. Tiene unas infracciones impagas y una citación al juzgado, a la cual no asistió —Señaló.
—¿Y por eso me tienen hace más de dos horas encerrado sin decirme el porqué? —gruñó, enojado por la situación.
—Cálmese. No querrá empeorar su situación —añadió el oficial, consiguiendo que Gabriel se tranquilizara—. Su abogado viene en camino, tenga paciencia —Pidió.
—¿Mi abogado? —Los cansados ojos del oficial se posaron sobre los del joven y asintió.
—Es lo que le puedo decir por ahora. Su abogado le dará más detalles —mencionó—. ¿Necesita un café o algo? —Gabriel negó y se derrumbó sobre la mesa, mientras el oficial se retiraba.
(...)
Cuatro horas más habían transcurrido, cuando la puerta se volvió a abrir. Un elegante y bien vestido hombre se sentó frente a Gabriel, que se había dormido sobre la mesa, en una posición bastante incómoda.
—Gabriel —Lo llamó—. Gabriel, despierta —Repitió el hombre.
Gabriel se desperezó y medio abrió los ojos, encontrando la mirada intensa del señor Ardley sobre él.
—Buenas noches. Mi nombre es Leonard Ardley, abogado —Se presentó, por lo que Gabriel asintió.
—¿Por qué tardó tanto en llegar? Me tienen aquí como un criminal y sólo eran unas cuantas multas sin pagar —espetó.
—Bien —Se aclaró la garganta—. La verdad son tres infracciones y una citación al juzgado —respondió el abogado—. Pero estoy aquí con otro propósito, además de ayudarte con esos temas —Señaló.
—¿Qué otro propósito? —Gabriel se sentó más recto y tomó otra postura, pues no le estaba gustando nada tanta intriga.
—Estoy aquí en representación de tu abuela —mencionó.
—Mi abuela falleció hace años —respondió.
—La señora Lester no era tu verdadera abuela, Gabriel —Los recuerdos de su padre y el odio que sentía hacia su progenitora, no se hicieron esperar, por lo que empuñó su manos y se puso de pie, dispuesto a marcharse de aquel lugar—. No he terminado…
—Esa señora no es mi abuela y no tengo nada que escuchar sobre ella —Se giró, obstinado en querer salir de la oficina en la que se encontraba.
«Si abandonó a mi padre, no entiendo por qué ahora me busca a mí», pensó Gabriel molesto.
—Gabriel —El señor Ardley, lo llamó con tranquilidad—. Martha Britter, tu abuela, quiere heredarte en vida su fortuna —mencionó, aludiendo al joven, que volteó para mirar al abogado.
—¿Su fortuna? —Leonard asintió con una sonrisa y Gabriel se volvió a sentar, interesado en lo que aquel hombre tenía que decir.
—Primero, debemos sacarte de aquí y nos iremos a primera hora a Savannah —informó.
—¿Cómo? ¿Y mi motocicleta?
—Ya solucionaremos todo eso, no te preocupes —respondió—. Entonces, ¿estás interesado en conocer más sobre la herencia de tu abuela Martha? —Gabriel no dudó dos veces y asintió.
Era su oportunidad de tener una buena vida, como tantas veces se lo había comentado su padre.
—Está bien, hablaré con el oficial Coleman y saldaré tu deuda —El abogado se puso de pie y caminó hacia la puerta, volviéndose a mirar al nieto de la señora Britter—. Vuelvo enseguida —Le hizo un asentimiento y salió satisfecho, al saber que al fin, después de tantos meses de búsqueda, había localizado a Gabriel.
Mientras el abogado resolvía los temas con la policía, Gabriel pensaba en todas las oportunidades que su padre le habló de su progenitora y del odio que le tenía por haberlo abandonado cuando apenas era un bebé. Algo en su interior le decía que lo que estaba haciendo al aceptar la herencia que le ofrecía el abogado, era lo correcto y lo haría por honrar la memoria de su padre.
Gabriel se sorprendió cuando al salir de la comisaría, un lujoso coche los esperaba, así que siguiendo los pasos al señor Ardley, abordaron el vehículo.
—¿Qué pasará con mi motocicleta? —cuestionó Gabriel, preocupado por su más grande tesoro.
—Vamos a rescatarla, por supuesto —añadió el abogado—. Con respecto a tu cita en el juzgado, tienes una nueva fecha y por favor, no dejes de asistir o esta vez será con orden de arresto —explicó.
—Está bien, iré —respondió—. Siempre me entero tarde de esas cosas, ya que voy una vez al mes a buscar mi correspondencia a casa —justificó.
Llegaron a un lujoso hotel, donde el señor Ardley pidió una suite doble para los dos, ya que era de madrugada. Por la mañana retirarían la motocicleta y podrían hablar con mayor tranquilidad.
—Descansa, Gabriel. En unas horas, tendremos un largo día por delante —advirtió Leonard.
—Sí, gracias.
Por supuesto, Gabriel aprovechó de darse un relajante baño de inmersión y ya que le habían arruinado la noche, tomó una botella de Whisky del frigobar, para brindar en nombre de su padre y por los mejores tiempos que vendrán.
A la mañana siguiente, el golpeteo en la puerta lo despertó de sobresalto, recordando dónde estaba y por qué.
—Pase —La puerta se abrió y un sonriente Leonard, apareció.
—Buenos días —saludó—. Es hora de ponernos en marcha. Te esperaré en la sala, ya que está el desayuno servido —Gabriel asintió y el abogado cerró la puerta tras él.
Después de lavarse el rostro y los dientes, se vistió para ir al encuentro del abogado y escuchar, al fin, lo que tenía que decirle sobre su abuela paterna.
El sonido de una taza rompiéndose en mil pedazos, lo alertó, así que salió a la sala y se encontró con Leonard que caía abatido sobre el sillón, mientras sostenía el celular en una mano y la otra sobre su frente, negando en reiteradas ocasiones.
—No puede ser… —dijo sorprendido—. Hablé con ella hace un par de horas y estaba tan feliz… —farfulló con la voz rota.
Gabriel estaba atento a las palabras que decía el abogado, hasta que éste, sintió su presencia y abrió los ojos con sorpresa al ver que el nieto de la señora Britter, estaba escuchando.
—Viajaré de inmediato para encargarme de todo, mientras tanto, vea todos los detalles con mi asistente, quien se comunicará con ustedes en breve. Muchas gracias por avisar, señora Pierson —Colgó la llamada y miró a Gabriel, quien estaba expectante—. Gabriel…
—¿Todo bien, abogado? —preguntó, ante la cara de angustia del pobre hombre.
—Tu abuela, la señora Britter —Suspiró acongojado—. Falleció en horas de esta mañana.
Hace poco más de tres años, me aventuré en este hermoso mundo de la escritura, debo confesar que nunca imaginé todo lo que implicaba crear novelas en las que se pudiera transmitir toda clase de sentimientos. He pasado por muchos momentos, que me han dejado enseñanzas y sobre todo, me motivan a continuar.A lo largo de este tiempo, considero que he ido avanzando, puedo notar una enorme diferencia de mis primeras historias a las últimas, aunque en todas he puesto lo mejor de mí y las he disfrutado al máximo.En esta ocasión, escribir con mi amiga Andrea Paz, a quien le agradezco su paciencia y dedicación, era un reto enorme, ya que hicimos algo muy diferente a lo que yo estaba acostumbrada, recibimos comentarios de todo tipo, de los cuales aprendimos e intentamos mejorar tomándolos de manera positiva. Agradezco infinitamente, a todas las personas que se tomaron el tiempo de seguirnos con las actualizaciones y que apoyaron nuestro proyecto.Esta novela me deja un gran aprendizaje y un r
Gabriel… Si había algo que siempre me gustó hacer, era montarme en la motocicleta y conducir por horas sobre la carretera. Sentir cómo mi cuerpo rompía la velocidad del viento, mientras este chocaba con fuerza contra mí, dándome la sensación de libertad que creía tener. Y no la tenía. Mis pensamientos siempre fueron un constante recordatorio de que debía hacer las cosas de tal o cual modo para hacer sentir orgulloso a mi padre, con la finalidad de sentirme digno de su cariño o que al menos, me prestara un poco de atención, al igual que con mi madre. Ahora que miraba en retrospectiva mi vida, podía darme cuenta de lo equivocado que estaba. Vivía el presente, postergando metas, logros y sueños, con el miedo de no alcanzarlos, pero a la vez, sin siquiera arriesgarme a intentarlo. Huyendo. Pero todo eso cambió el día en que mi abuela, la increíble Martha Britter, irrumpió en mi vida como un huracán, sacudiendo mi mundo y volviéndolo patas arriba. Sacándome de mi zona de confort y e
Allie… Rainbow of love, lleva algunos meses funcionando perfectamente como hogar de acogida, hemos logrado que la mayoría de los pequeños que llegan, encuentren hogares en los que tengan todo el amor que necesitan o en otros casos, puedan pasar a manos de familiares que pueden darles el cariño y apoyo necesario. Escuché unos golpes en la puerta, los que me sacaron de mis pensamientos. —Adelante. —Hija, acaban de llegar dos pequeños —explicó mi madre—. Son hermanos y están muy asustados. —¿Ya llamaron a la psicóloga? —Sí, pero quería informarte por si quieres ir a verlos —contestó—. El niño tiene siete años y la niña, dos. —Vamos. Me puse de pie y acompañé a mi madre al área en la que recibimos a los niños. La puerta estaba entreabierta y una de las chicas de apoyo intentaba hablar con ellos, sin éxito. Apenas entré, se me partió el corazón al mirarlos. El niño tenía el cabello rizado hasta los hombros, sus enormes ojos verdes lucían tristes, hacía un puchero como si se co
Había llegado el día donde se daría lectura al testamento, por lo que Leonard se presentó más temprano de lo habitual a su oficina y en esta ocasión, lo hacía acompañado de Charlotte, en representación suya. Su secretaria se había encargado, el día anterior, de dejar la oficina acondicionada para recibir a todos los herederos, así que se limitó a poner los documentos sobre su escritorio, los cuales revisó por última vez y suspiró. —Sigo sin creer que los deseos de Martha, se hubiesen materializado con tanta antelación —dijo pensativo, con el mentón apoyado sobre sus manos, las que estaban entrelazadas. —Desde que conocí a Gabriel y Allie, supe que Martha no se había equivocado —rebatió su esposa, sentada frente a él—. Las mujeres solemos tener ese instinto, que rara vez nos falla —Sonrió. —No estuviste aquí al inicio, no viste las miradas que se dieron, ni cómo se trataban… En serio, creí que todo este asunto era un disparate y estaba seguro, que este año, tendría por lo menos, cua
Allie se sorprendió completamente cuando se dio cuenta que iban al cementerio, pero entendió los motivos para hacerlo. Gabriel estacionó la moto, se bajó y la tomó de la mano para ayudarla a bajar. —No imaginé a dónde veníamos —mencionó. —Me pareció una buena idea —respondió su ahora esposo. —Lo es —confirmó. Caminaron tomados de la mano hasta llegar al mausoleo en el que descansaban los restos de su abuela, junto a los de su esposo. El lugar estaba lleno de flores y se conservaba muy limpio, Gabriel imaginó que Joseph se encargaba de mantenerlo así y se sintió culpable por no haber pensado en venir antes. —Abuela —murmuró, tomando aire—. Sé que nunca te he pedido perdón, y hoy quiero aprovechar para hacerlo, ya que estaba muy equivocado respecto a ti y me arrepiento enormemente de todo lo que hice y dije —suspiró—. Gracias por cambiarme la vida —Atrajo a Allie para abrazarla, pues sentía un nudo en la garganta. Se quedaron en silencio unos minutos, cada uno perdido en sus pe
Luego de ver los fuegos artificiales, bailar y disfrutar un poco más en la fiesta, las ansias y el deseo que desprendía la pareja, los llevó a dejar la celebración, para subir y comenzar con su noche de bodas.Las puertas del elevador se abrieron y la pareja, que se besaba como si su vida dependiera de ellos, entró en la estancia del penthouse, comenzando a deshacerse de la ropa, dejando un rastro de prendas hacia la habitación, sin dejar de besarse. Gabriel depositó a Allie sobre la cama y miró embelesado a su esposa, la mujer de su vida, la compañera con quien compartirá el resto de su vida y no pudo evitar sonreír, emocionado. Su cuerpo lo invitaba a abalanzarse sobre ella y tomarla como si estuviera endemoniado, pero era su noche de bodas y se tomaría todo el tiempo del mundo, en aprenderse cada rincón de su cuerpo, el olor de su piel y grabaría en lo más profundo de su ser, cada suspiro, jadeo y gemido.—Eres tan hermosa —susurró, acercándose a besarla, intentando contenerse y fr
Último capítulo