SOLEDAD:
El vapor del baño me envuelve como una niebla cálida, disolviendo el polvo del camino y en cierta medida, el nudo de nervios en mi estómago que apenas me deja respirar.
Lena insistió en que me sumergiera en una bañera que parecía más una pequeña piscina, llena de aceites que olían a jazmín y algo parecido a la miel... Mmm, delicioso.
—¡Relájate, Soli!
Chilla Lena desde el tocador, donde ya ha desplegado un arsenal de frascos y brochas, y unas cuantas cosas más que nunca he usado.
—Necesitamos que tu piel brille más que las estrellas esta noche, te verás deslumbrante y nadie se va a olvidar de tí.
Me hundo un poco más, sonriendo a pesar de las punzadas de ansiedad.
Estar con Lena es un ancla, su alboroto constante me recuerda que no todo es política de manada y amenazas, ella aporta un punto cálido a mi vida.
—¿Y si me tropiezo? ¿Y si no les gusto?
Pregunto con la voz amortiguada por el agua y temblorosa por los nervios.
—¡Tonterías!
Responde, y puede imaginar sus gest