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Jazmín observaba desde la distancia, con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido. La mujer—alta, rubia, con una sonrisa demasiado abierta—coqueteaba sin pudor con Nathaniel, quien estaba al lado del carrusel donde Leo daba vueltas entusiasmado sobre un corcel negro de crin blanca.

¿Celos? No, claro que no. No era eso. Solo… no quería que ese tipo de mujeres se acercaran a él mientras estaban en una cita familiar, con su hijo. Sí, eso debía ser. Una simple defensa de los límites, nada emocional. Nada que ver con lo que sentía cuando esa mujer se reía exageradamente y tocaba el brazo de Nate como si lo conociera de toda la vida.

De pronto, un brazo fuerte rodeó su cintura por detrás, tirando de ella hasta que chocó con un pecho firme y tibio. Contuvo el aliento.

—¿Piensas seguir espiándonos todo el día? —murmuró Nathaniel cerca de su oído.

El aliento cálido sobre su piel fue como una descarga eléctrica. Sintió cómo los vellos de sus brazos y cuello se erizaban sin control.