Capítulo 50
Luces, música y máscaras, eso era lo que veía a donde quiera que miraba. Todos parecían desconocidos en aquel lugar. Era como si las máscaras les diera a todos la libertad de hacer lo que quisieran. En los rincones más apartados se podían ver parejas besándose y tocándose con pasión mientras en medio del salón muchos bailaban como si no hubiera un mañana.
—Esto parece una fiesta universitaria. —le susurré a Antoni al oído.
—La verdad es que sí. El problema es que cuando llegas a cierta edad, hacer este tipo de cosas es raro y te hace ver hasta ridículo. Para eso están estas máscaras, te protege de la vergüenza. Aquí supuestamente nadie conoce a nadie. Eres libre de hacer lo que tu quieras —me miró—, con quién tú quieras.
Antoni tomó dos copas de una mesa y me tendió una. El líquido era azul y al darle el primer sorbo me estremeció el calor en la garganta.
—¿Qué es esto? —pregunté—. Está delicioso.
—Lo llaman la bebida de la alegría.
Abrí mucho los ojos.
—¿Tiene lo que esto