34. La noche. Obscura y sombría

Bella

Una ola de brisa chocó en ese momento con mi cabello que tuve que terminar apartándolo de un tirón de mi cara.

—Entonces si te he colmado la paciencia, Sandro, ¿Por qué no me dejas en paz?

Negó con la cabeza y soltó una carcajada.

Me estremecí y le miré pasmada.

—¿Y dejarte ir así de fácil? —Me observó con Ironía y aprovechó mi horror para coger mi muñeca y empujarme contra su pecho—. Vas a ser mía, Bella, así pongas resistencia.

—¿Tuya? —Pregunté divertida, esta vez no puse resistencia, tuve toda la intención de que escuchara mis palabras muy de cerca—. Esa idea solo habitará en tu cabeza.

—Yo que tú, no estaría tan segura de ello… —Advirtió y cogió un mechón de mi

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