Podían ver el sol esconderse en el ocaso, después de un arduo día de trabajo se estaban tomando un merecido descanso. Erick, Jill y Alex estaban sentados en el porche de la casa disfrutando del aire fresco de la tarde. Los tres estaban en completo silencio, cada uno de ellos sumido en su propio y caótico mundo interno, el aire cargado de una tensión que ninguno de los tres mencionaba, pero que todos podían sentir claramente. Erick, con su camisa desabrochada y un cigarrillo entre los dedos, decidió cambiar un poco la asfixiante rutina.
—¿Qué tal si nos vamos al pueblo a tomar unos tragos? Hace tiempo que no salimos. Nos vendría bastante bien despejar la mente —mientras hablaba recorría a Jill con la mirada.
Jill alzó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y deseo que no pasó desapercibido para ninguno de los dos hermanos. La idea de pasar más tiempo con Erick, de sentir esa atención que tanto la hacía sentirse viva, era irresistible y esa noche podía ser su oportunida