Mientras Natalia me peinaba la peluca, no pudo evitar el chisme.
—Dicen que esta peluca la pidió él especialmente para ti. ¡Mira, parece que está hecha de cabello real! Y el médico que te atendió lo trajo en su helicóptero desde la Ciudad Azul. Vaya, una historia de amor con un millonario. No lo entiendo, no lo entiendo en absoluto.
—Tú también eres una millonaria —murmuré en voz baja, y ella me lanzó una mirada fulminante.
—Chiquilla, no me cambies de tema. Cuando te recuperes, te haré un interrogatorio. Pero, siendo sincera, él está bien; su carácter es como el de Francisco, aunque no tiene su labia y es un poco torpe para hablar. Piénsalo, él ya conoció a tus padres, y tu cuñado y yo creemos que es una buena persona.
Le puse los ojos en blanco; apenas era un poco mayor que yo, y se atrevía a comportarse como si fuera mi madre.
Pero al pensar en Leonardo, mi expresión se oscureció nuevamente. Supongo que cualquiera sabía lo que él sentía por mí; ¿cómo podría yo no darme cuenta?
Sin e