Antes de irse, Francisco me preguntó nuevamente si realmente no iba a decírselo a Natalia.
—No le digas, dejemos que crea que estoy muerta. Ya sabes cómo es ella, así que tendrás que tener paciencia —Sacudí la cabeza con rapidez.
Ella no podía ocultar sus emociones, y probablemente pronto mostraría alguna señal. También era consciente de que vendría a verme a escondidas, así que era mejor que pensara que había muerto.
—El año que viene nos casamos, ¿estás segura? —Francisco me miró fijamente durante un buen rato.
—Sí, estoy segura.
—El año siguiente, tendremos un hijo, y en tres años, dos.
—¿Estás seguro de que podrán tener dos tan rápido?
—Sí, estoy seguro.
Lo miré, y él levantó una ceja, mirándome con curiosidad.
—Entonces, será dentro de tres años. Iré a la fiesta de bienvenida de tu pequeño —Al final, sonreí con resignación.
Si para entonces todavía estuviera viva.
Al ver que estaba tan decidida, Francisco no insistió más. Su plan no tenía fallas, y Rafael también estaba listo.
Yo