2 Tina.

Me mantengo con la cabeza en alto, su estatura no me intimida, podrán medir metro ochenta, quizás metro ochenta y cinco Ángelo, pero yo mido metro setenta y cinco y tengo tacones, no, no me siento pequeña, además sé que poseo más bolas que ellos seis juntos y eso que soy mujer.

— Entonces hermosa, parece que si te intereso nuestra propuesta. — Rocco es quien habla y lo veo por el reflejo del espejo de las puertas, no creo que este molestando, parece que solo es un idiota y se lo hago saber.

— Entonces… realmente eres idiota y yo que pensé que tu forma de actuar era una estrategia, creo que espere demasiado de los De Luca. — la puerta del ascensor se abre y el empleado que está a punto de ingresar solo ve mi rostro antes de palidecer.

— Bue-buenas tardes, señorita Valenti- — aprieto el botón para que la puerta se cierre y podamos continuar descendiendo, hubiera tomado el ascensor privado, pero sería darles demasiada información a nuestros enemigos.

— Ese hombre casi se orina encima. — Ángelo ríe al comentario de Salvatore y Rocco lo acompaña, lo que me hace suspirar una vez más, inmaduros, parecen colegialas alborotadas, ¿en verdad ellos son los De Luca? Quizás es todo una treta.

— Parece que te temen niña. — Leonzio si me está provocando, lo veo en sus ojos y en la mueca que hace al decirme niña, bien, no debería, pero…

— Es así anciano, ya vez, algunas mujeres tenemos ese efecto con los perdedores. — Rocco y Ángelo ríen más estrepitosamente, lo que provoca que cierre mis ojos con molestia y lleve una de mis manos a la sien, comienza a dolerme la cabeza.

— Se el método ideal para quitar esa jaqueca.

— No sabía que te habías recibido de medico Chicco.

— Yo por ti me recibo de cualquier cosa, eres lo único que me importa, eres mi mundo Tina.

Escucho sus palabras, pero su rostro ya no es tan claro en mi memoria como antes.

Baja tu mano o la perderás. — la voz mecánica que llena de pronto el ascensor me hace saber que Don está en el cuarto de vigilancia, siguiéndome por las cámaras del ascensor, por lo que abro los ojos y alcanzo a divisar como Ezzio baja su mano, la cual tenía extendida en mi dirección, no lo hagas Ezzio, no trates de llegar mí, no cuando quiero tu cabeza en una charola de plata.

— Tu hermano sí que te cuida. — Ezzio me ve con fijeza y achico mis ojos, viendo su reflejo, su piel es más bronceada, en él la descendencia italiana es más notoria, su cabello es color caramelo y su mirada color miel, dulce, todo él es dulce, aun con sus tatuajes grotescos que asoman por su cuello, maldición Chicco, sí que me jodiste la mente.

— Es mi mellizo, está en nosotros cuidarnos. — eso parece sorprenderlos y los entiendo, Donato y yo solo tenemos el parecido de dos hermanos comunes, mi cabello es dos tonos más claro que el de él, mis ojos son como los de mi madre, aguamarina, mientras que los de Don son avellana, como los de Prieto, además que él posee un bronceado natural, mientras mi piel es rosácea.

— Entonces ¿qué dices hermosa? ¿en verdad no te interesa ser la reina de Chicago? — Rocco se nota que es más músculos que cerebro.

— Ya se los dije, se agradece su oferta, pero no gracias, no. — repito una vez más y cuando las puertas se abren salgo primero, haciendo una seña para que permanezcan en el ascensor, algo que Leonzio no acata y sale tras de mí.

— Regresa adentro. — digo con los dientes apretados.

— Tu no me mandas niña. — veo el punto rojo en medio de su frente y muchos otros en su chaqueta, suspiro al ver el rostro preocupado de Ezzio.

— Bajen las armas y regresen a sus puestos. — ordeno al tiempo que bajo mi cabeza y tomo el puente de mi nariz con dos dedos, vamos, que me está costando controlarme, además me está matando el dolor de cabeza, y las estupideces de mis hermanos no ayudan.

— Señorita Tina, son órdenes del señor Donato. — se escucha el eco proveniente de algún lugar del amplio estacionamiento, al tiempo que los De Luca salen del ascensor, luego de detener las puertas, se me hace imposible percatarme de como los seis me rodean casi al completo, ¿no deberían usarme de escudo o algo?

— Augusto, me está dando jaqueca y no me estas ayudando. — respondo con calma, la que aparento mas no tengo, levanto mi rostro y trato de tomar una gran bocanada de aire, pero solo puedo llenar mis pulmones de sus colonias y rayos, ¿Gucci? Por lo menos en su higiene parece que si invierten el dinero que nos están haciendo perder.

— Lo siento señorita. — el silencio se expande unos segundos, donde solo es perturbado por el sonido de las botas del personal de seguridad, estoy segura de que han movilizado a casi todos.

— No sabes cómo me calientas cuando ordenas, eres como una reina.

— Y tú me follas como todo un rey, mi Chicco, mi Eliot.

— Solo tuyo Tina.

Esto se está poniendo insoportable, recordar la voz de Eliot, pero olvidar poco a poco su rostro, y los De Luca solo empeoran las cosas.

— Ahora sí, largo de mi territorio. — estoy a punto de marcharme de regreso al ascensor cuando alguien toma mi muñeca, como acto reflejo me suelto con violencia, provocando que mi brazalete se rompa y caiga, maldición, trato de tomarlo, pero Salvatore es más rápido y lo toma primero, deteniéndose a leer su inscripción. — Ustedes realmente no tienen modales. — reprocho al tiempo que le quito mi brazalete de sus manos, ahora si molesta.

— ¿Por qué la ayuda? — demanda Leonzio y solo llevo mis ojos a Ezzio.

— De Luca, no los estoy ayudando, solo trato de mantener la palabra de los Constantini, se les dijo que estarían seguros y así será, aunque… dejen de jugar con la paciencia de Donato y Lion, no querrán cocerlos enojados y mucho menos a mí.

Aprieto el brazalete con tanta fuerza que mis nudillos se blanquean, y solo cuando estoy dentro del ascensor me permito leerlo. Eliot y Tina por siempre, suspiro, es patético, pero desde que él murió, suspirar se volvió natural en mí, es como si el peso que carga mi corazón me impidiera respirar con normalidad. Al abrirse las puertas, el rostro enojado de Donato es lo primero que me recibe y suspiro una vez más, tratando de aferrarme a los recuerdos de Eliot que llegan a mi mente.

Ezzio.

Observo el club Diamnons Black, uno de los tantos que los Constantini poseen, y puedo comprender el porqué de su poder, no se manejan con la clase media baja como nosotros, ellos apuntan a la alta sociedad, a los más ricos y descontrolados, ellos se manejan con millones mientras nosotros apenas estamos comenzando, pero estoy de acuerdo con mis hermanos y primos, nosotros reinaremos esta ciudad. Por lo que pudimos averiguar de nuestra competencia, son hermanos, un hombre y una mujer, dicen que la mención de su apellido causa miedo en la mayoría, todos los respetan, pero no por ellos mismos, ese temor lo genero su abuelo Marco Constantini, mafioso de antaño, que tenía muy poca paciencia y la mano más rápida para disparar que cualquiera de su tiempo, por lo que concluimos que no será difícil derrocar a los actuales dueños de Chicago, después de todo, en estos últimos tres años, nos hemos apoderado de muchos suburbios, y ello solo pelearon por un vecindario, aunque Lupo dice que eso es porque a ellos no les interesa los suburbios, deberíamos quedarnos en el lado este de la ciudad, podríamos gobernar allí, pero no puedo negar que Leonzio tiene razón, ya perdimos en Italia por creer que si nos manteníamos en nuestro lado estaríamos tranquilos, no correremos el riesgo de que también nos corran de aquí.

Bebo un poco de cerveza, mientras observo a las bailarinas, son lindas, pero las he visto mejores. Una melena rubia cruza frente a mí, y aun mejor, toma asiento justo a mi lado.

— Fran, dame lo de siempre.

Observó su perfil, esta con los ojos cerrados, tocando su sien, masajeándola, parece sufrir jaqueca, estoy casi seguro, su nariz es recta y pequeña, sus labios brillan cubiertos con un labial rojo, que es más notoria gracias al vestido negro que lleva puesto, sus curvas sí que es algo que no he visto muy seguido, y sus piernas… kilométricas, tomo un poco de cerveza ya que de pronto mi boca se secó, el cantinero llega con una copa con un líquido traslucido, pero estoy seguir que no es agua, y lo confirmo cuando él tal Fran la ve con asombro cuando de un solo movimiento se bebió todo.

— Dame otra. — dice, sin siquiera abrir sus ojos.

— Tina…

— No estoy de humor Fran. — eso sonó a mal de amores y me pregunto quién sería tan estúpido como para dejar a semejante mujer.

— ¿Puedo ayudarte en algo además de servirte vodka? — parece que la conoce, es un hombre mayor, que la ve con cariño.

— ¿Lo puedes traer de regreso? Dime Fran, ¿puede hacerlo regresar? — al fin abre sus ojos, aguamarina, hermosos, pero cargados de dolor.

— … Te dejare la botella. — veo mal al tal Fran, ella no está bien, y yo no me equivocaba, una mujer despechada, y una botella de vodka no es buena combinación.

— Asique te llamas Tina. — digo al girarme y ella me ve por un segundo, totalmente inexpresiva, como si mi belleza no le ocasionara nada, y eso me pone, y sí que lo hace, estoy acostumbrado a que las mujeres se derritan por mí y se desvivan por obtener mi atención. — Mi nombre es…

— No me interesa y si tu intención es coquetear, olvídalo, pero si quieres compañía para ahogar penas… puedes decirme Tina y yo te diré Chicco. — me pierdo en sus labios, al borde de la boca de la botella, maldición, realmente lo está bebiendo como si nada.

Los minutos se convierten en horas, en las cuales las palabras son casi nulas o monosílabas que salen sin ninguna interferencia por parte del alcohol, es como si ya estuviera anestesiada a sus efectos, trato de analizar todo de ella, es un enigma andante, no ve su teléfono móvil, eso quiere decir que la ruptura no es reciente o que sabe perfectamente que ese hombre no la llamara, tampoco ve a su alrededor, solo de vez en cuando gira a ver mis ojos, no sonríe, tampoco llora, pero parece que el dolor de cabeza ya no la afecta, al fin su celular vibra sobre la barra, y lo toma con fastidio.

— ¿Que sucede? — pregunta sin siquiera ver quien llama. — De acuerdo, voy en camino. — me incomodo, no he conseguido nada, solo su nombre.

— ¿Debes irte? — me ve, desde la punta de mis pies hasta el último cabello, me recorre completo y se pone en pie.

— Debo... gracias por la compañía Chicco, hacía tiempo que no me sentía tan acompañada y a gusto. — eso me molesta, la soledad no es buena, menos para alguien tan joven como ella.

— Podrías darme tu número y entonces podría hacerte compañía… — su labio se mueve en algo que pretende ser una sonrisa, pero, aunque la mueca parece insignificante, veo en sus ojos un destello de diversión.

— Te daré algo más valioso. — da un paso y con una seguridad única, toma mi mentón con una de sus manos, su tacto es cálido y sueve y cuando menos lo pienso me besa, sus labios recorren los míos, mis manos se apresuran a tomarla por la cintura, pegándola más a mí, que, sin darme cuenta, también me he puesto de pie, su lengua reclama mi interior y mi pene palpita con esperanza de que hoy tenga un poco de liberación y atención, porque si besa de esa manera, no quiero pensar lo que puede hacer con mi amigo.

— Eliot. — abro mis ojos de golpe y la encuentro con los ojos rojos, cargados de sufrimiento y no puedo, no puedo enojarme por ser utilizado, es más, me ofrezco para serle de utilidad, puede golpearme, besarme, puede… hacer conmigo lo que quiera.

— Mi nombre es…

— Shhh, para mi eres Chicco y llego el tiempo de despedirse. — una m*****a lagrima rueda por su mejilla, pero al fin muestra una sonrisa tan grande de dientes completos que me embelesa más de lo que me gustaría admitir. — Adiós Chicco.

Y simplemente gira sobre sus talones, un paso frete al otro, como si la pista de baile fuera una pasarela y ella una m*****a modelo, las personas abren paso con cada pisada que da, el bamboleo de sus caderas es apreciado por más de uno, y las luces reflejan el brillo de su vestido negro, provocando destellos, las mujeres la ven con envidia y otras con admiración, como si de una reina se tratara.

— Será mejor que te marches muchacho y no regreses. — el comentario de Fran me obliga a dejar de verla y quiero matarlo por eso.

— ¿Disculpa?

— Lo digo por tu bien, no solo sus hermanos querrán tu cabeza, gira y ve cuantos ya te quieren muerto, Tina no ha besado a nadie después de… hace 3 años que ella ni siquiera le dirige palabra a un hombre.

El cantinero se aleja a seguir con su trabajo y en menos de diez minutos termino en un callejón dándome golpes con un montos de idiotas, niños ricos que piensan que por ir a unas cuantas clases de autodefensa podrán con alguien como yo y eso me hace reír.

— ¿Qué rayos te paso Ezzio? — mi hermano mayor me ve con burla, pero lo ignoro, hoy no peleare con nadie más, solo una cosa me importa, o mejor dicho una persona.

— La encontré. — Lupo y Leonzio me ven sin entender a que me refiero, mientras Rocco y Ángelo dejan su maldito juego de video y se unen con nosotros en la sala, Salvatore me ve curioso, pero con ilusión.

— ¿A quién exactamente encontraste? — Leonzio me examina y sé que es porque a pesar de que mi ceja sangra al igual que mi boca, sonrió, como un estúpido.

— A nuestra reina, la encontré. — solo Salvatore me ve con felicidad, los demás aún no están seguros de mis palabras.

— Habla. — Lupo al igual que Leonzio no son personas pacientes, eso lo sé desde que éramos pequeños.

— Es una reina, una que esta herida, su cara estuvo carente de emoción durante toda la noche, pero sus ojos bañados de dolor, aun así, todos la veían con respeto, esto. — digo apuntando mi rostro. — Es el resultado de matarme a golpes con un grupo de perdedores, porque ella me beso, y por lo que el cantinero me dijo hacía tres años que ni siquiera hablaba con un hombre, todos lo han intentado, pero nadie puede llegar a ella.

— ¿Es linda? — bufo, porque a Rocco parece que es lo único que le preocupa.

— Es hermosa, rubia, sus ojos color aguamarina, labios gruesos, parece una modelo y sus piernas…

— Demonios ¿tienes una erección por solo recordarla? — la burla de mi hermano Ángelo hace que quiera golpearlo.

— Te puedo asegurar que tu acabarías en tus pantalones con solo verla idiota.

La discusión continua durante toda la noche, nunca creí de estar feliz de encontrar a la mujer que manejaría mi vida, la de mis hermanos y primos, solo Lupo, Leonzio, y Salvatore estaban ansiosos, buscando en cada rostro, en cada cuerpo, en cada mujer de la ciudad, algo que la distinga, que la haga única, pero solo encontraban mujeres común y corriente, nada a lo que nuestras madres nos contaron, mi familia practica la poligamia, no es una obligación, es más… un estado natural, normal, mi madre y tía, se enamoraron de Franco De Luca, nuestro padre y antes de eso nuestra abuela se enamoró de Vico y Piero Salvatore, aunque muchas veces pensamos que al nosotros ser seis, lo mejor sería buscar cada uno una pareja y quizás si con el tiempo se unía alguien estaría bien, pero cada una de las mujeres con las que estuvimos resultaron ser miedosas, comunes, interesada, etc. solo hasta hoy que la vi, estoy seguro que ella podría con nosotros seis, en todo sentido.

La semana que continuo acudí al club Diamon Black, con cada uno de mis hermanos y primos, con la esperanza de que vean con sus propios ojos a Tina, pero ella no regreso y el tal Fran tampoco estaba, por lo que pude saber, se había jubilado, algo que no me cuadraba, era mayor, pero no se notaba como un anciano, y yo… sufría, por una mujer que solo me dio un beso, un maldito beso, pero que se había llevado mi alma en él.

— No puedo creer que aceptaras la m*****a reunión. — Lupo y Leonzio estaban discutiendo una vez más.

— Es lo que corresponde, después de todo los Constantini también son italianos.

— Te recuerdo Leonzio que no estamos en Italia, aquí no aplican esas leyes…

— Para nosotros sí, además, es la única forma de conocer el rostro de ese par, ya no podemos seguir matando gente al azar.

— ¿Crees que respetaran el pacto?

— Por su bien espero que sea así, de lo contrario nadie saldrá vivo de ese edificio.

Decir que mi primo era una bomba de tiempo era un cosa, verlo con una bomba rodeando su cuerpo, dispuesto a inmolarse, ya eran palabras mayores, pero al fin de cuenta lo comprendía, ya habíamos perdido en Italia, los De Luca cayeron bajo la sombra italiana, el maldito jugo bien sus cartas, ya que tenía la mano ganadora, nunca nadie vio su rostro, nunca nadie supo quién es, o mejor dicho que familia es, porque a no ser que estemos hablando de alguien inmortal, es imposible que la sombra de Italia tenga 100 años.

Al llegar a la empresa de Bianca Constantini, nos relajamos un poco, por lo que hemos podido averiguar, los Constantini son respetados y queridos, ese es un punto que tienen a su favor y en gran parte es por Bianca y su esposo John, ella una empresaria honrada, que solo carga con el apellido que su padre le dio, pero no con la mafia que la rodea y su esposo un abogado reconocido, que dedica su tiempo a defender a las personas del Clan Constantini, también esta Prieto, padre de los actuales lideres del Clan, pero esta retirado, pudimos saber que no crio a sus hijos, estos fueron criados por un tal Noha, Leonzio cree que es el mismo que es líder de la mafia en Grecia, algo que dudo, su esposa Emma es muy joven, demasiado como para tener hijos extra matrimoniales. En fin, que la reunión se lleve a cabo en este lugar, repleto de personas, me deja más tranquilo de poder salir con vida, no se arriesgarían a que todos o su mayoría murieran ¿verdad?

— Los quiero concentrados, en lo posible no hablen y dejen que nosotros llevemos esto adelante. — Lupo hace valer su posición de mayor, junto con Leonzio, nadie se queja y es lo último que dice antes que ingresemos en el lugar en cuestión.

Mientras el ascensor sube pienso que nuestro padre sí que se divirtió esa noche, ya que ambos, Leonzio y Lupo tienen 28 años y nacieron el mismo día, luego sigue Ángelo que tiene 27, Rocco con 26, Salvatore que obtuvo su nombre del apellido de nuestras madres hace 25 años y por último yo de 24, por suerte mis madres decidieron no continuar con la plaga De Luca.

Una mujer mayor regordeta nos hace ingresar en la sala de justas luego de anunciarnos y es cuando le veo, Tina, quien está viendo al hombre a su lado, m****a, no me digas que es la mujer de Constantini.

Mi corazón late con prisa cuando quien se ahora que se llama Donato la presenta como Valentina Constantini, ese es su verdadero nombre y yo que creía que se llamaba Martina, para mi desgracia no gasta ni una mirada en mí, hasta que termina de ver con detenimiento a todos mis hermanos y primos. Es entonces cuando sus ojos se abren un poco más, algo casi imperceptible, pero lo noto, porque me está viendo a mí.

— Hola Tina.

La saludo con la intención de que sepa que la recuerdo, nunca espere que su respuesta sea tan borde, pero vamos, debo admitir que eso es lo que me calienta de esta mujer, aunque mi primo y hermano la estén molestando, tratándola de niña, casi rompo a reír cuando Leonzio salió con eso de una hermana menor, pero comprendo su punto, lo cautivo y no solo a él, la quiere acorralar, intimidar, atrapar, para que acceda a ser nuestra.

No sé cómo sentirme en este momento, las puertas del ascensor se cierran y aunque ella rechazo la oferta, nos está acompañando, creí que era porque quería pasar tiempo con nosotros, pero al llegar al estacionamiento puedo ver que solo es para salvar nuestros traseros… ella nos está ayudando y lo confirmo cuando mi primo le pregunta y ella trata de negarlo, pero me ve, a mí, solo a mí, por escasos segundo me sentí afortunado, te encontré mi reina y serás mía a como dé lugar, hermosa reina Tina.

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