3 Eliot.

Mi cabeza duele, como lo ha hecho toda esta m*****a semana, la odio, odio este mes, odio este día, odio mi vida sin él, bebo un poco más de la… ¿segunda? ¿tercera botella? Quizás sea la cuarta y no me importa, jure no volver a cometer esa estupidez, pero… hay más de una forma de morir, como el alcohol, o mejor aún, caminar de madrugada, sola, vistiendo una falda que apenas me cubre el trasero y una busa que deja a la vista que tan erguidos están mis pezones a causa del frio que azota Chicago en esta época, y como cereza del postre, estoy caminado en uno de los peores suburbios, sí, estoy buscando problemas, estoy buscando mi muerte y eso está bien, solo así podre estar con Eliot.

— Eres todo lo que necesito, lo supe desde que éramos niños. — acaricia mi cabello y suspiro sobre su amplio pecho desnudo.

— Aun así, no puedo creer que… me buscaras, no tenías por qué hacerlo, ¿Qué hubiera pasado si te encontrabas con una Tina llena de granos, obesa y demás defectos?

— ¿Esos son defectos para ti? No mi vida, los defectos son la carencia de emociones, ser egoísta, y demás, ese era mi miedo.

— ¿Cómo?

— Temía encontrar a una Valentina caprichosa, arrogante, altanera, pero gracias a Dios no fue así, tu sigues siendo mi Tina.

— Y tú eres mi Chicco Eliot.

Éramos dos Eliot, solo tú y yo, no Don y Tina, o Tina y Emma, ni Noha y Tina, tú eras completamente mío y yo era tuya, porque si tenía defectos, aun los tengo, soy caprichosa porque te desee incluso en aquel tiempo, egoísta porque te quería solo para mí, altanera porque aleje a cuanta perra te veía, eras mío y yo era tuya… pero me dejaste.

— Idiota. — murmure cuando el recuerdo de mi mente se desvaneció y me dejo ver nuevamente la realidad que tanto odio.

— Hola Tina. — esa voz, cierro mis ojos un segundo, trato de concentrarme como el doctor me dijo, las alucinaciones no deben regresar, las debo mantener a raya en mi mente desquiciada. — ¿Estas bien? — abro mis ojos de golpe al sentir una mano en mi brazo y solo entonces es que lo veo, no es una alucinación, es Ezzio De Luca con esa m*****a voz tan parecida a…

— Chicco. — digo con calma, relajando cada musculo de mi cara, sin demostrar nada, sin que él pueda ver mi odio, mi necesidad, y también mi deseo de querer grabar su voz, quizás con un mensaje de despedida, era lo mínimo que Eliot me debía, una despedida.

— ¿Qué haces aquí? Y vestida así. — su rostro serio, su mirada que lanza rayos y centellas casi me hacen reír, casi.

— Dando una vuelta, ya sabes, ver el lado miserable de la ciudad te ayuda a saber que tan afortunada… soy. — ves Eliot, puedo ser despreciable, puedo ser altanera, puedo ser lo que más odiabas de la gente rica, puedo matar a la Tina que tanto amabas. Trato de continuar con mi caminata, pero Ezzio me toma del brazo.

— ¿Qué es lo que estás haciendo en nuestro territorio Valentina? — desconfianza, eso veo en sus ojos, serás un buen mafioso algún día, cuando se largue de mi ciudad.

— Ya te dije, doy un paseo.

— ¿Vestida como una golfa? ¿bebiendo una botella de vodka?

— Para ser precisa, a tu queja Chicco, es mi cuata botella y me visto como se me da la gana, prejuicioso de m****a. — no puedo evitar sonreír al ver su rostro de asombro, una sonrisa natural, ha pasado demasiado tiempo desde que hice una.

— ¿Eres alcohólica? — coloco mi dedo índice en mi labio y ruedo los ojos como si estuviera considerando sus dichos.

— No lo creo, no es algo que necesite, solo lo bebo cuando tengo jaqueca. — Ezzio ve mis ojos con preocupación, se lo que preguntara y vuelvo a reír, maldición debería filmar este momento y mostrárselo a mamá, quizás eso la haga feliz, su hija ríe, luego de años Valentina Constantini está riendo.

— ¿Y tus jaquecas son muy recurrentes?

— Rayos Chicco, eres muy listo, me pillaste. — golpe su hombro para quitarlo de mi camino, pero en menos de un parpadeó lo tengo frente a mí, una vez más.

— ¿Dónde están tus custodios?

— ¿Custodios? No los necesito, yo no necesito nada. — intento una vez más caminar, pero las manos de Ezzio en mis brazos me lo impiden, no solo eso, me arrastra a un callejón no tan oscuro, y más limpio de lo que esperaría en este lado de la cuidad, pero lo que más me asombra es que… me gusta sentir el calor de sus manos, mi cuerpo anhela ser tocado y me odio por ello.

— ¿Quién te lastimo mi reina? ¿quién rompió tu corazón?

— Ese es el problema Chicco, no se puede romper algo que no tienes y yo ya no tengo corazón.

— ¿Acaso ese tal Eliot te lo robo? — no fue el hecho de que lo nombrara, maldición, estoy más acostumbrada a escuchar el nombre de Eliot que el mío, lo que despertó mi furia fue el desprecio con el que lo dijo, para mi suerte y desgracia de su descendencia, su entrepierna estaba demasiado cerca de mi hermosa rodilla, por lo cual lo golpee sin siquiera inmutarme cuando cayó de rodillas.

— Chicco, no opines de cosas que no sabes. — salí del callejón y solo entonces me di cuenta de que el resto de los De Luca estaban allí, Rocco sonreía viendo a su primo en el suelo de rodillas, como se retorcía de dolor, Salvatore solo se dedicó a devorarme con sus ojos oscuros, como si jamás hubiera visto una mujer con minifalda, o con una blusa delgada dejando a la vista del mundo su abdomen, aunque claro, podría ser el hecho de estar sin sostén y que mis pezones se levantaban como puntas de flechas.

— Estas jodida. — Lupo al igual que el resto me veían con molestia, pero no creo que fuese por el hecho de que uno de ellos estaba aún quejándose por ser golpeado, era como si les molestara verme así… en un estado deplorable.

— No es problema de ustedes, pero…— hago una pausa mientras bebo un poco más de vodka y veo como los ojos de Leonzio se oscurecen aún más. — Digamos que es mi estado natural. — termino de decir y muestro mi sonrisa más perra que tengo, dejándoles en claro que me importa un carajo lo que piensen, doy un paso hacia la derecha, solo me falta una calle, una m*****a calle y llegare.

— ¿Adónde crees que vas niña? — la mano de Lupo quiere tomar mi muñeca, como lo hizo ese día en la empresa, y como entonces me suelto de su agarre, con el mismo resultado, mi brazalete cae, como un puto recordatorio de que Eliot no cumplió su promesa. Me quedo inmóvil viendo el brazalete de oro, que en ese entonces me resulto demasiado grueso para mi muñeca, pero que ahora era de gran utilidad para cubrir eso que tanto desestabilizaba a mi familia. No me doy cuenta de que todos estaban tan inmóviles como yo, mientras yo veía el brazalete, ellos me veían a mí, aunque al ver las pequeñas gotas que caían en la acera, descubrí que era porque estaba llorando, Rocco fue quien tomo la pulsera del suelo.

— ¡Dámela! — el muy perro sonríe y la guarda en su bolsillo. — Estas muerto. — rompo la botella contra una de las paredes y cuando estoy a punto de saltar sobre Rocco, Ezzio me toma desde atrás.

— Tranquila Tina. — cierro mis ojos, porque necesito, deseo, escuchar su voz, tan igual, tan parecida a …

— Chicco, suéltame o te meterás en un lio muy grande y… no me gustaría verte en él.

— No Tina, no dejare…

— ¡Que me de mi maldito brazalete! — soy consciente que la m*****a blusa se levantó y que la parte baja de mis senos son visibles para todos los De Luca, pero me importa una m****a.

— Rocco, dáselo. — Ezzio demanda con enfado, y eso en parte me conmueve, ¿Cuándo fue la última vez que permite a alguien ayudarme? No lo recuerdo.

— ¿Y si no quiero? — el rubio sonríe, estoy a nada de perder la poco cordura que me queda, toda ella depende de ese brazalete, es entonces cuando lo escucho, el motor del Ferrari de Donato.

— Chicco, en verdad, suéltame y corre, mi hermano está llegando y nada bueno resultara. — Ezzio me suelta poco a poco, mientras Lupo lo ve incrédulo y Leonzio con molestia.

— No puede ser que le temas a un niño. — dice Ángelo y es cuando el Ferrari de Don derrapa por el asfalto, casi atropellando a los De Luca, lo peor es que no viene solo, Lion también esta con él, y cuando descienden del Ferrari, observo a las camionetas llegar, maldición mis padres.

— Tina ven. — Don tiene la mandíbula apretada, puedo jurar que romperá sus dientes.

— Dámela. — le repito a Rocco ignorando la mirada irritada de Lion.

— ¡Tina ven! — Don camina en mi dirección, pero antes que llegue, Rocco abre su boca.

Eliot y Tina por siempre, que cursi. — veo como Don saca su arma y apunta la cabeza de Rocco.

— No. — de un salto me coloco frete al rubio que poco debe valorar su vida, obligando a Don a mover su arma, aunque es tarde, la bala roza mi mejilla, aun así, me quedo de pie, sintiendo el ardor y la sangre gotear, sintiéndome viva.

— ¡Valentina! — creí que eran mis hermanos los que gritaron, pero eran más voces, muchas más.

— Dame mi brazalete. — no vi a nadie en especial, pero podía sentir sus ojos sobre mí, solo gire a ver a Rocco, estaba pálido y su risa burlona ya no estaba, extendió la mano y tome mi brazalete, entonces tomo mi mano, fueron solo dos segundo, pero la vio y sus ojos ardieron una vez más con molestia y algo más.

— Hija. — la voz de mis padres hablando al unisonó atrás mío, me hizo cerrar los ojos y tomar una bocanada de aire, mientras mi mano se aferraba al brazalete, para cuando volví a abrir mis ojos ya tenía mis emociones bajo control, la máscara estaba en su sitio.

— Estoy bien, regresare sola… — a pesar de que mi rostro estaba inexpresivo aun veía los ojos de Rocco, estaba frente a él, a menos de veinte centímetros de distancia, su colonia llenaba mis pulmones, y sus ojos… grises, hipnotizantes…

— Tina debes curar la herida. — podía ver de reojo como los De Luca veían incrédulos a mis familiares, estoy segura de que no comprendían por qué no se acercaban, porque aún me mantenía en medio de ellos y no en los brazos de mis padres o hermanos.

— Solo falta una calle. — fue mi repuesta final y ahora si me moví, como si Rocco no estuviera allí, caminé e incluso lo empuje ya que el rubio parecía que había echado raíces en el suelo.

Rocco.

Una semana había pasado desde que vimos a nuestra reina, Ezzio tenía razón, ella es perfecta, aunque lo que dijo Salvatore nos tiene un poco preocupados, ella aun carga esa pulsera con la inscripción Eliot y Tina por siempre, no nos gusta, claro que no, ella debe ser nuestra, si ese idiota la abandono no la merece, mucho menos que ella lo espere.

— Y me lleva el mismo diablo. — la voz molesta de Lupo me hace verlo, pero él solo está viendo a la acera de en frente, es entonces cuando veo a nuestra reina y m****a, mi pene se levanta como muerto resucitado por obra y gracia de Dios.

— Es caliente. — digo al tiempo que una sonrisa se expande por mi rostro y mi hermano mayor golpea mi cabeza.

— Presta atención idiota, si nosotros la vemos, todos la pueden ver. — Leonzio tiene razón, aunque hemos despejado esta calle y ordenamos limpiarla, solo es suerte que no le quisieron hacer nada, menos mal que a Ezzio se le ocurrió la idea de darle un poco de glamur a este vecindario, de esa forma podemos atraer a personas de mejor condición económica, pero definitivamente no estaba en nuestros planes que nuestra reina viniera por aquí, menos dejando tanta piel a la vista.

— Ezzio. — la voz cargada de advertencia de Ángelo me molesta, se supone que debemos enamorarla, Ezzio al menos la a besado. — Haz que se largue de aquí, puede ser una trampa. — Ezzio lo ve raro, pero asiente.

Observo al suertudo de mi primo, aunque se nota que esta furioso, está más cerca de ella que nosotros, pero cuando la lleva hacia el callejón no soy el único en molestarse, cruzamos justo para ver como Tina le rompe los huevos a Ezzio, rio con ganas y ella nos ve como si fuéramos nada, caliente muy caliente, tanto que mi pantalón molesta.

— ¿Adónde crees que vas niña? — Lupo quiere detenerla y es cuando el bendito brazalete cae, y ella solo se queda clavada al piso, viéndolo, como si nada más existiera, como si toda su vida girara en torno a ese maldito brazalete y solo cuando veo sus lágrimas es que lo tomo, esta m*****a cosa la lastima, no debe tenerlo.

— ¡Dámela! — la veo de forma retadora al tiempo que guardo el brazalete en mi bolsillo delantero. — Estas muerto. — sus ojos se oscurecen, su rostro se contrae con odio, y está a punto de intentar atacarme cuando Ezzio la toma desde atrás, levantando sin querer un poco su blusa… bendito Jesús, mi boca se hace agua, y mi lengua pica con la necesidad de probar tan gloriosos pechos.

— Tranquila Tina. — nuestra reina definitivamente reacciona a la voz de Ezzio, eso es bueno… creo.

— Chicco, suéltame o te meterás en un lio muy grande y… no me gustaría verte en él. — maldición, ¿acaso está generando favoritismo por mi primo? no me gusta, no me gusta nada.

— No Tina, no dejare…

— ¡Que me de mi maldito brazalete! — aun con mi mano en el bolsillo aprovecho a apretar la m*****a joya, me gustaría destrozarla con mis propias manos.

— Rocco, dáselo.

— ¿Y si no quiero? — le sonrió, pero solo para ocultar el malestar que me genera que se preocupe solo por Ezzio.

— Chicco, en verdad, suéltame y corre, mi hermano está llegando y nada bueno resultara. — Ezzio la obedece, claro que sí, está sumando puntos a su favor, pero esta me las pagas maldito perro.

— No puede ser que le temas a un niño. — dice Ángelo y es cuando una Ferrari negra… ¿en verdad niño?, las ferraris deben ser rojas, todos lo sabemos, en fin, nuestro futuro cuñado casi nos atropella.

— Tina ven. — su mellizo esta furioso, creo que piensa que le queríamos hacer algo y no se equivoca.

— Dámela. — bien, tengo su atención, solo para mí, rio por ello.

— ¡Tina ven! — no, no puedes quietarme la atención de mi reina.

— Eliot y Tina por siempre, que cursi. — creí que sería Tina quien se lanzara por mí, pero para mi sorpresa es su mellizo quien me apunta con su arma, veo la oscuridad en sus ojos, me va a matar y sin pestañar.

— No. — de un salto me cubre, mi reina me cubre y yo solo quiero morir, fui consciente de como corrió unos milímetros su rostro y su nombre sale en un grito no solo de mí, también de mis primos y hermanos.

— Dame mi brazalete. — estoy molesto, conmigo y con ella, ¿cómo se le ocurre poner su vida en peligro por mí?… un momento, ella lo hizo por mí.

— Hija. — parece que tanto Prieto como Noha la consideran su hija, ella en cambio, solo cierra sus hermosos ojos y respira con profundidad, me gustaría besarla, pero cuando abre sus parpados… vacíos, allí no hay nada, solo… soledad.

— Estoy bien, regresare sola… — quería abrazarla, decirle que no estaba sola, nos podía tener, solo debía aceptar y lo demás lo conseguiríamos con esfuerzo, la enamoraríamos, estábamos seguros.

— Tina debes curar la herida. — mi reina no gasta ni una mirada en su familia, algo que me inquieta, la aman, y ella estoy seguro de que también, no se ve bien, ¿por qué no la toman y la llevan al hospital y no solo para que revisen su hermoso rostro?

— Solo falta una calle. — es lo único que dice y termina empujando mi cuerpo, ya que me había quedado demasiado perdido en su rostro, en sus ojos. Aun atónito veo como sigue caminando, derecha, no parece que estuviera ebria, pero de igual forma deben llevarla con un médico.

— ¿Por qué la dejan seguir? Esta herida. — Salvatore me sorprende, mi hermano menor no es muy dado a demostrar sus sentimientos, menos frente a quienes considera enemigos, aunque claro, ellos serán nuestros cuñados y suegros, si tenemos suerte o solo la secuestramos y nos odiarán.

— Si lo esta es por salvar al idiota de tu hermano. — responde ofuscado Lion, se nota que aún no se controla, no es como Donato que no dice nada, pero nos está acribillando con la mirada, bueno solo a mí, pero en silencio, un silencio que quizás me hace sentir incomodo, como si… me estuviera jurando matarme, con mucha clase, eso sí.

— Ojos grises. — dice el mellizo de Tina y lo veo raro.

— ¿Que tiene mis ojos? — indago sin una pizca de gracia.

— Son del mismo color que los de Eliot… por eso lo salvo. — sus manos se cierran en puño, me ve con odio y no es el único.

— Mantente lejos de mi hija. — la voz profunda de Noha no me causa miedo, se necesita mucho más para ponerme a temblar.

— No la pienso lastimar, aunque no lo crean no mato mujeres. — respondo y Ángelo levanta una de sus cejas con incredulidad en mi dirección, de acuerdo lo confieso, yo era uno de los más interesado en matar a ambos Constantini, pero todo cambio.

— Si no quieres lastimarla arranca tus ojos, o mantenlos lejos de mi hermana.

Al fin el mellizo de mi reina se mueve, pasando entre nosotros y lo seguimos con la mirada, como apresura su paso, a donde Tina está de pie, en una esquina, y como si estuvieran sincronizados llega justo a tiempo para tomarla en brazos, cuando ella se desvanece.

— ¿Que m****a sucede? ¿Por qué vino a nuestro territorio? — Leonzio encara a Noha, pero este solo lo ve y queda en silencio.

— Es donde mataron a Eliot, su prometido. — Prieto, el padre biológico de Tina es quien habla y cuando Noha lo ve mal él solo levanta los hombros.

Valentina.

Abro los ojos y con solo ver el rostro de mi madre ya sé que lo arruine, observo en silencio a mi alrededor, y un escalofrío me recorre completa.

— Valentina… — me siento en la cama del hospital y bajo mi cabeza, arrepentida, apenada, sintiendo la clase de m****a de persona que soy, pero no puedo dar marcha atrás.

— Lo siento, no volverá a ocurrir.

— ¿Por qué lo hiciste hija? Siempre vas al cementerio en su aniversario.

— No lo sé mamá, esa es la verdad, solo estuve en ese lugar ese día, cuando aún estaba allí tirado, frio, solo… lo estoy olvidando y no quiero…

— Hija… es tiempo de dar vuelta la página.

— ¿Tú lo harías si papá muriera? ¿lo olvidarías en solo tres años? ¿crees que no lo intento? ¡¿piensas que me gusta vivir así o así sea vivir?! — la mano de mi madre causa picor en mi mejilla, mientras la escucho sollozar.

— Lo siento, Dios mío Tina, lo lamento tanto, no fue mi intención solo…

— Te dolió, mis palabras te dolieron, imagina lo que es para mí, pero mi dolor y enojo no se van dándole una bofetada a alguien.

— ¿Qué está pasando? — Noha me ve con recelo, mientras sus grandes brazos envuelven a mi madre, consolándola, no lo soporto, me levanto y voy al pequeño baño a vestirme, no soporto ver tanta felicidad a mi alrededor, ya no, quizás antes.

Aun escuchando las quejas de Noha, cierro la puerta, veo mi imagen en el reflejo del espejo, apenas un raspón, pero ese no es el motivo por el que estoy aquí, me coloco mi ropa deportiva, y por supuesto las zapatillas con elástico, sin cordones, solo así se aseguran de que no me ahorque en el baño, no puedo regresar aquí, tomo una bocanada de aire y salgo.

— ¿Lo ves Noha? solo me cambie. — veo el dolor en sus ojos, pero no doy marcha atrás, no cuando quieren encerrarme una vez más.

— No importa cómo me llames Tina, eres mi hija y no estas bien, ¡anoche por poco y mueres por un coma alcohólico! tu… — su dedo índice se eleva en mi dirección, me gustaría decirle que es de mala educación apuntar a alguien, pero no lo hago. — Lo prometiste, y no cumpliste, por lo tanto…

— Me encerraran una vez más, ¿verdad? Claro, desháganse de la loca de Valentina, la inútil, débil y rota mujer en la que se convirtió.

— ¡Porque tú lo quieres de esa forma! No me importa lo que digas…

— ¡Tú no eres mi padre!, no tenemos un lazo sanguíneo que nos una, no puedes tomar esa decisión.

— … — Noha retrocede con cada palabra, lo lastimo, lo sé, es lo mejor, que me odie, las personas que son odiadas son más fácil de olvidar.

— Valentina, ¡¿Cómo te atreves a decir tal cosa?! — mi madre esta roja de furia, bien, está funcionando, lo estoy logrando.

— Como te atreves tu a cuestionar mis palabras cuando incluso en este momento delegas tus responsabilidades como madre en otra persona, eres un fracaso Emma, deja de mentirte a ti misma, no eres fuerte, sigues siendo Emma, la pobre huérfana… — observo como mi madre, la persona que más orgullo me da en este mundo junto con Noha, retrocede con cada palabra, con cada mentira que sale de mis labios.

— ¡Basta! — el grito de Don me aturde, pero solo por un segundo, ya que cuando giro para verlo, me doy cuenta de que no está solo, claro que no, él tiene a alguien, mientras yo quedo sola.

— Pero miren quien llego, vamos hermano, pasa, no mires el espectáculo a la distancia, que no te de pena con la gran Ámbar Zabet, después de todo… si a ti no te da vergüenza salir con una mujer tan mayor y tan… — en menos de un parpadeo Donato me tiene acorralada entre su cuerpo furibundo y la pared del hospital.

— ¿En qué momento te convertiste en una persona tan miserable? ¿O quizás siempre fuiste así, y solo hasta ahora me doy cuenta?, dime Valentina, ¿la historia de Prieto y Demetri se repetirá con nosotros? ¿Tu corazón esta tan herido como para torturar a todos los que te aman?

— No te preocupes hermanito, a diferencia de nuestro verdadero padre y el querido tío Demetri, tu, no tienes nada que yo pueda querer, nada que valga la pena al menos. — veo los ojos de Ámbar, y la furia corre en mi interior.

— ¡Deja de verme con lastima m*****a perra!

— No puedo verte de otra manera, recuerda que yo te conocí antes, sé que no eres así, y no comprendo porque lo haces, la Valentina que conozco no lastimaría a los que ama.

— Dulces palabras de una asesina, pero comprendo que con tu edad… la cara te dé para muchas cosas.

— ¡Cierra la boca Tina!

— No me vuelvas a llamar de ese modo, nunca más, ni tú, ni nadie, ¿me oyen? Si se atreven a dejarme aquí, ya no los considerare mi familia.

— Lo siento, pero prefiero que me odies de por vida a que te termines matando, y no veas a mamá, yo firme tu internación.

Veo a mi hermano, mi mellizo, ese que siempre fue mi cómplice, pero que sin embargo ahora no me comprende, bajo cualquier pronostico, rio, mientras todos me ven como si realmente hubiera perdido la cordura, quizás sea así, pero no me importa, sigo riendo, con suerte moriré en este hospital psiquiátrico y ellos me olvidaran, como yo estoy olvidando a Eliot.

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