41. El fin de la seguridad.
El silencio en la habitación era ensordecedor, la tensión palpable como una cuerda a punto de romperse. Rita no decía nada, pero podía ver el torbellino de emociones en sus ojos, la confusión, el miedo y la incertidumbre. No era fácil para ella, lo sabía. Yo era un hombre lobo, un alfa de la manada, y ella, aunque decidida a estar conmigo, no comprendía completamente el alcance de lo que significaba ser parte de mi mundo.
Natan había salido, pero sus palabras aún resonaban en mis oídos, como un eco lejano que no me dejaría tranquilo. ¿Cómo iba a protegerla de todo esto? ¿Cómo iba a mantenerla a salvo en un mundo donde las amenazas no venían solo de fuera, sino de los propios miembros de mi manada? Si decidía quedarme con ella, tendría que luchar con todo lo que conocía, con todo lo que representaba.
Me acerqué a Rita, tomándole suavemente el rostro entre mis manos. Necesitaba sentir su calidez, su humanidad, algo que me conectara con la realidad, con lo que era capaz de luchar. No po