NOAH ALBERTI
La tensión de todo el día empezaba a disiparse.
Anny estaba con Silvano.
Paolo se había retirado a cenar con Amelia.
Y yo solo quería verla a ella.
A Kiara.
La encontré en uno de los jardines del hospital, sentada en un banco. Tenía una taza de café en las manos, con la mirada clavada en el cielo, observando las estrellas.
Cuando me acerqué, se giró al sentir mis pasos, y su rostro se iluminó suavemente.
—¿Cómo está mi hermano? —preguntó.
—Anny está con él, así que debe estar bien —respondí, sentándome a su lado.
Ella asintió y apoyó su cabeza en mi hombro. No dije nada. No hacía falta.
Pasamos un par de minutos en silencio, hasta que la escuché susurrar:
—Lo encontraste, ¿cierto?
La miré.
—Te diste cuenta.
—Sí. Anny salió con ustedes dos y se demoró mucho para ser solo una ducha rápida.
—Así es. Lo encontramos.
—¿Y Anny… qué dijo cuando lo vio? ¿Está vivo?
—No. Anny lo hizo pedazos.
Kiara sonrió.
No de forma dulce.
Sino con esa malicia encantadora que solo ella tiene.
—Y