LUCIEN MORETTI
La casa dormía Addy, enredada en las sábanas, respiraba con calma. Murmuraba mi nombre incluso dormida. Yo no podía hacer lo mismo.
El whisky aún ardía en mi garganta, pero no me quemaba tanto como lo que vi en esos malditos videos.
Silvano.
Su mirada. Sus manos en ella. Su desesperación.
Nada inapropiado, nada reprochable. Pero lo suficiente para levantar todas mis alarmas. Seguía dando vueltas en mi cabeza, debía sacarlo del lado de Addy.
—Lucien —susurró Addy entre sueños, girándose en la cama.
Mi pecho se suavizó un poco. Me acerqué a ella, la besé en la frente y volví a cubrirla con la manta. No merecía que le robaran ni un minuto más de tranquilidad.
Fue entonces cuando sonó el celular. Paolo…
—¿Qué? —contesté, sin ocultar mi fastidio.
—Tenemos algo.
Mi columna se tensó.
Paolo no usaba esa voz si no era importante.
—Habla.
—Interceptamos una comunicación cifrada de uno de los ex contactos de Ángelo. Descubrimos un nuevo punto. Al parecer, es uno de los últimos ref