ANNELISSE DE FILIPPI.
No había nada más bonito que ver a mi hermana sonreír así.
Y no había nada más extraño que tener a toda mi familia reunida… sin gritarse.
Tía Isabella daba vueltas alrededor de la mesa con su copa de vino, hablando más rápido que la música de fondo, y Moira, siempre tan elegante y dulce, iba detrás de ella colocando servilletas como si fuera una ceremonia real.
—¡Esta noche está bendecida por los dioses del caos y del cariño! —gritó tía Ella, alzando la copa—. ¡Tengo a todos mis sobrinos en una misma casa y además sus novios y amigos! Y nadie se ha tirado un tenedor, eso es un logro.
—Aún —murmuró Marie desde su asiento, cruzando los brazos con una sonrisa pícara.
Lucy, sentada a su lado, la fulminó con la mirada.
—Hazlo y te encierro en el baño como cuando tenías ocho.
—¡Eso fue hace años! —gruñó Marie, y yo no pude evitar reírme.
Silvano apretó mi mano suavemente bajo la mesa, como si me recordara que estaba ahí. Presente. Observando a cada uno como si intentar