El restaurante se vació poco a poco, dejando solo a los más cercanos en la mesa.Kate, visiblemente cansada pero tranquila, se apoyó en Bastien, quien acariciaba distraídamente su espalda baja mientras charlaba con Joel y Jake en voz baja.Albert se acercó a ellos, su expresión seria.—Bastien —dijo en voz baja, apenas para ellos—.Necesitamos hablar. A solas.Bastien entrecerró los ojos, analizándolo un segundo.Asintió con un leve movimiento de cabeza.—Jake, lleva a Kate a casa. Joel y los hombres ya están listos.Kate frunció el ceño, no queriendo separarse, pero Bastien le besó la frente con ternura.— No quiero, quiero estás contigo Bastien, jamás he llegado sola a casa. — Bastien sonrió.— Está bien princesa, vamos a casa.Bastien le dio la orden a Jake para que llevara a Albert con ellos y lo esperaran en el despacho y que le avisaran a Lucca que estuviera también. El viaje en auto de regreso fue tranquilo.Kate se apoyaba contra el pecho de Bastien, somnolienta, mientras él
Cuando todo estuvo organizado, Bastien subió las escaleras silenciosamente.Abrió la puerta de su habitación y encontró a Kate dormida, abrazando su almohada, con su rostro sereno.Su corazón se apretó al verla así, pura, inocente, el centro de su universo.Se quitó el traje, poniéndose su pijama de pantalón negro, y se deslizó en la cama, envolviéndola entre sus brazos con una ternura infinita.Kate murmuró en sueños — mmm Bastien — acomodándose más contra él, buscando su calor instintivamente, acurrucándose contra su pecho.Bastien sonrió sabiendo que era el dueño y señor de su alma incluso en sueños y apoyó su frente contra la de ella y susurró:—Nunca dejaré que te toquen nuevamente. Nunca, mi Kitty.Eres mía. Y te protegeré... aunque tenga que destruir el mundo entero.La apretó contra su pecho, cerrando los ojos, su mente ya planeando cada movimiento para el día siguiente.*******************El amanecer llegó frío y gris, pero en el mundo de Bastien, era el inicio de la guerra.
Pasaron los días desde que Asher y su Ayudante dijeron todo lo que Bastien necesitaba saber, ahora la mansión De Filippi estaba en completo silencio.Solo el tic-tac del viejo reloj de pie rompía la quietud.La noche afuera era oscura, densa, como si el mismo cielo hubiera retenido la respiración.Bastien estaba sentado en su despacho, frente a una larga mesa de roble.Su laptop abierta, las pantallas mostrando mapas, coordenadas, rostros.Cada nombre que John Asher había revelado…Cada rata oculta en las sombras…Esa noche, pagarían.Arthur, Joel, Jake y un equipo de élite de hombres leales estaban dispersos alrededor del mundo, esperando su orden.En Ginebra.En Praga.En Londres.Las cámaras de seguridad mostraban a sus hombres infiltrándose en bancos, laboratorios privados, residencias fortificadas.Bastien se reclinó ligeramente en su silla, cruzando las piernas con elegancia letal. Mientras Lucca estaba detrás de él mirando todo lo que sucedía.Bastien sostenía una copa de whisk
La vieja mansión olía a ceniza y a pólvora quemada.En la sala central, el eco de los disparos ya era solo un recuerdo.Bastien estaba de pie junto a una mesa improvisada,donde mapas, armas descargadas y vasos de whisky reposaban como vestigios de una guerra terminada.Lucca se acercó primero, limpiándose las manos en un pañuelo ensangrentado.—Todo limpio, Bastien —informó con voz grave—.Sin rastros de nadaArthur asintió, arrojando una pistola descargada sobre la mesa.—Los cuerpos fueron incinerados. Los datos, borrados.Ni el diablo encontrará pruebas de esta noche.Jake, con su eterna media sonrisa torcida, levantó su vaso en señal de respeto.—Por nuestra reina —dijo—. Por Kate.Todos bebieron en silencio.No era celebración. No era júbilo.Era respeto.Era una promesa renovada, sellada en sangre y fuego.Bastien apoyó ambos puños sobre la mesa, su mirada fija, fría.—Nunca más permitiré que se acerquen a ella —juró, su voz baja, peligrosa. — Ni a Kate. Ni a nuestros hijos. N
La mañana había llegado y un rayo de sol tímido se filtró entre las cortinas, acariciando suavemente la piel de Kate.Su cuerpo se movió despacio entre las sábanas de lino blanco, cálidas aún por la figura a su lado.Parpadeó con lentitud, sus pestañas temblando antes de abrir los ojos.Y lo primero que vio... fue él. Su Bastien, ella sonrió, amaba despertar y que él fuera lo primero que viera.Ahí estaba, recostado de lado, a torso desnudo solo con su pantalón de pijama como dormía cada noche, una mano debajo de su cabeza y la otra… acariciando su cintura, con esos dedos largos que podían ser tan letales como tiernos.Él ya estaba despierto, como siempre la observaba con esa intensidad que derretía todo a su paso.Como si estuviera asegurándose de que no fuera un sueño.Kate sonrió apenas, con voz dormida.—Buenos días amor, llegaste tarde anoche…Bastien ladeó una sonrisa suave, la que usaba solo con ella.—Sí, tuve que encargarme de algunas cosas —susurró.Kate alzó la mano y tocó
Habían pasado semanas desde aquella noche silenciosa en la que Bastien cerró su guerra personal.Y por primera vez en mucho tiempo, la mansión De Filippi se sentía como un verdadero hogar.Kate caminaba por el jardín trasero, acariciando con una mano su vientre redondeado, y con la otra, sosteniendo una taza de té caliente.El sol acariciaba su piel, y una brisa suave revolvía sus cabellos.Estaba en paz.Lo sentía en cada latido.Desde su oficina, Bastien la observaba por el ventanal.No como un centinela…Sino como un hombre enamorado. Una sonrisa se curvaba en sus labios.Ella brillaba.Y no era solo por el embarazo.Era porque su luz por fin podía expandirse sin miedo.Ese día, Kate tenía una ecografía programada.Nada especial… solo un control.O eso creía.Llegó la hora y Bastien la llevó a la consultaEl sonido constante del monitor de latidos llenaba la habitación.Kate estaba recostada en la camilla, con la blusa levantada, mientras la doctora deslizaba el ecógrafo sobre su v
El patio trasero de la mansión fue decorado a toda prisa.Lucca, como siempre, se encargó de todo con eficiencia militar, mientras Armando gritaba órdenes a los cocineros que había traído él mismo.— Lucca, me hubieras avisado antes, ¿sabes lo difícil que es improvisar un almuerzo?— Dile a Bastien, él solo llama y ordena.Los dos rieron.Albert revoloteaba entre copas de vino, preguntando si ya podía brindar.— ¿A qué se debe este almuerzo?— Bastien nos tiene que contar algo, solo eso sé.Kate y Bastien entraron tomados de la mano, ella con un vestido largo, con flores, que marcaba la pancita apenas redondeada… y él, como siempre, con ese aire de rey que lo seguía a donde fuera.Los primeros en correr a ella fueron Addy y Lucien, que se abrazaron a sus piernas con entusiasmo.—¡Mami! —gritó Addy—. ¡Tío Lucca dice que nos contarán un noticia, ¿Qué es?— Bueno cariño debes esperar.—¡¿Cuánto debemos esperar?! —añadió Lucien, más serio.— Hasta que estemos almorzando.Kate se agachó len
Los meses pasaron rápido. Ara había tenido a su bebé, una hermosa niña de ojos negros como su padre y cabello rubio como su madre. Lucien era el más feliz; la cuidaba como si fuera de cristal. Addy hacía lo mismo.—Mami, ¿cuándo llegarán mis hermanitos? Ya quiero conocerlos —preguntó Addy con ilusión.—Falta poco, cariño. Será en cualquier momento.—Vamos, Addy, juguemos con mi hermanita mientras —dijo Lucien, llevándola de la mano.Los negocios de Bastien y Kate iban bien. La casa de moda florecía nuevamente. Habían pasado meses tranquilos, sin ningún problema. Eso sí, se habían quedado sin banquetero: Armando viajó a París para especializarse, aunque dejó a Albert a cargo de su restaurante. Todos sus amigos seguían felices con sus vidas.Kate estaba sentada en la terraza cuando una mano acarició su vientre y unos labios rozaron su cuello.—Mmm… ¿quién será?Un trozo de pastel de chocolate apareció frente a ella.—Qué rico… Bastien, ¿cómo sabías que quería pastel?—A esta hora siempr