Capítulo 5

LISA MOLINA

Esto tenía que ser una broma, ni siquiera puedo ir a divertirme tranquila. Martín se convirtió en mi sombra.

- Martín, salte del baño, alguien nos puede ver - veo cómo se acerca y, de un movimiento rápido, me sube al lavado, quedando mi vestido en mis caderas.

- M*****a sea, Lisa, serás mi perdición.

- No seré tu perdición. Eso lo dices ahora porque soy como tu juguete nuevo, pero cuando te canses de mí, me votarás como lo haces con todas - me mira con sus ojos penetrantes y, antes de que diga algo más, estampa sus labios sobre los míos, arrebatándome gemidos de placer. No sé qué tiene este hombre, pero hay que aceptarlo, besa de maravilla, sabe dónde tocar y cómo tocar… Me está volviendo loca. En un momento, siento cómo abre la cremallera de su pantalón y luego corre mis bragas a un lado, dando pequeños toques en mi intimidad.

- M****a, estás tan húmeda - joder… Joder - me vuelves loco - siento cómo lentamente entra en mí. Por ser mi segunda vez, aún es incómodo, pero ya no duele tanto. Además, Martín se encarga de que todo sea más placentero.

- Ahhh, Martín - tiro mi cabeza hacia atrás, disfrutando de sus embestidas hasta que ya no puedo más. Siento que en cualquier momento voy a estallar - Martín, no puedo más.

- Juntos, Lisa - cuando voy a gritar, soy callada por sus maravillosos labios, llegando a un maravilloso orgasmo, dejándome con mis piernas como gelatina - ¡Joder! - este pega su frente a la mía, ambos con la respiración agitada. Luego nos separamos y veo que este se va a uno de los baños trayendo un papel.

- ¿Qué haces? - digo cuando se agacha.

- Voy a limpiarte - ¿qué?...

- No, no, qué vergüenza - este sonríe y abre mis piernas.

- No sientas vergüenza conmigo, Lisa, esto es algo normal.

- No es normal que alguien limpie tus partes íntimas - digo, mientras siento cómo este me limpia de la forma más delicada posible.

- Pues, para mí sí. Pero tranquila, ya terminé - me ayuda a pararme - sal primero, yo saldré después.

- Ok - antes de irme, este me detiene - ¿qué pasa?

- Mucho cuidado con ese chico.

- Martín, es solo un compañero de trabajo, nada que ver. Además, nosotros solo somos amantes.

- Pues, a mí me gusta mucho la exclusividad, y no estoy dispuesto a compartirte, Lisa - salgo del baño algo confundida por el comportamiento de Martín. O sea, no sé qué más quiere de mí. Lo único que tengo claro es que no puedo mezclar sentimientos porque, si lo hago, voy a terminar muy mal.

Al llegar a casa, veo que todo está a oscuras, así que decido subir a mi habitación. Pero de golpe, la luz de la sala se prende, dejando ver a mi hermano con una botella de alcohol casi terminada.

- ¿Dónde estabas? - dice, casi arrastrando las palabras.

- Estaba con unos compañeros del trabajo.

- ¿Con permiso de quién sales?

- Yo no necesito permiso de nadie, soy mayor de edad, Antonio. Recuerda eso - veo que este se para de golpe y camina hacia mí, tomando con fuerza mi brazo - OYE, SUÉLTAME, ¡QUE ME LASTIMAS!

- ¡ENTONCES, RESPÉTAME!

- ¡RESPÉTAME TÚ, MI! ¡SUÉLTAME, CARAJO! - le doy un empujón, y este cae al suelo, así que salgo corriendo a mi habitación. Pero este me alcanza en las escaleras, tomándome del tobillo, haciendo que me dé un fuerte golpe en la cabeza - m****a, todo me da vueltas. Cuando toco mi frente, veo sangre. Antón, al verme, se pone pálido.

- Lisa... Yo, JODER - me ayuda a pararme y me lleva a la cama. Luego, llega con un botiquín y me cura la herida - lo siento, lo siento.

- Deja de tomar de esa manera, Antón. Tú no eres así, te lo suplico.

- Te prometo que lo dejaré - me dedica una sonrisa.

- Eso espero - me quedo dormida, pero a la mañana siguiente, el dolor de cabeza me levanta, así que decido pararme para darme una ducha. Pero me quedo en shock al observarme en el espejo. Tengo un tremendo golpe en la frente que no creo que se tape con mil kilos de maquillaje. Joder, ahora qué haré. Me meto a la ducha y luego me visto para proceder a lo más difícil: maquillarme el golpe, pero es inútil, nada lo tapa bien, así que decido peinarme de una manera que tape lo más que pueda el golpe. Cuando bajo, me sorprendo al ver a mi hermano levantado con el desayuno listo.

- Qué sorpresa - digo.

- Quería compensarte por lo ocurrido ayer.

- No puedes seguir así. Busca un nuevo trabajo. Sé que te lo darán rápido, pero si sigues aquí, te va a consumir más el alcohol y no quiero eso - me acerco a él y lo abrazo - eres lo único que tengo. No te quiero perder a ti también.

- Yo tampoco, hermanita. Prometo que las cosas van a cambiar - él me dedica una sonrisa, y ahí comenzamos a desayunar en tranquilidad, conversando un poco de mi trabajo, aunque ni loca le mencioné el trato que hice con mi jefe. Si le cuento, sé que va a estar muy decepcionado, y es capaz de ir a matar a Martín, y lo último que quiero es una masacre.

- Bueno, todo estuvo muy rico, pero debo irme – me despido con un beso y salgo corriendo de casa para llegar puntual antes que Martín.

- Cuando llego, Ana me recibe, pero como era de esperarse, vio mi golpe y de inmediato me preguntó qué me pasó, así que me tocó decirle que ayer tomé de más y me caí borracha en mi casa. De milagro se creyó el cuento, aunque tengo miedo porque sé que Martín no se lo va a creer tan fácil.

En ese momento lo vemos entrar directo a la oficina, pero me llama.

- Señorita Molina, a la oficina – tomo aire, agarro la agenda y corro tras él. Al entrar, veo que acomoda todo, pero al voltearse para saludarme, se para en seco analizando mi rostro. Este se acerca y pone su mano en mi frente, destapando más el golpe para ver bien la dimensión del mismo. Veo cómo poco a poco se va poniendo rojo y tenso hasta que, ¡pum!, estalla – ¿¡DIME YA MISMO QUIÉN TE HIZO ESO!?

- Martín, anoche llegué a casa y, como estaba tan oscuro, no me fijé bien y caí por las escaleras. Menos mal que estaba mi hermano para ayudarme – este parece analizar mi respuesta, aunque sé que no me está creyendo mucho, ya que se acerca y me toma del cuello sin hacerme daño.

- No me gustan las mentiras, Lisa, así que más te vale que me estés diciendo la verdad, porque si me entero de que fue tu hermano u otra persona la que te hizo esto, me enojaré y mucho – trago duro y asiento.

- Fue un accidente, Martín, relájate – digo tratando de restarle importancia al asunto. Este se acerca y mira mi frente, analizando mi golpe, tocando con la mayor delicadeza posible para no lastimarme.

- Odio verte golpeada. ¿Por qué se comporta de esa manera conmigo? Digo, soy solo su amante, tenemos sexo nada más, ¿qué ha cambiado? Déjame darte un beso, muero por probar tus labios – sin poder decir nada, Martín junta nuestros labios y, sin querer, suelto un suspiro porque sus labios siempre me dejan sin aliento. Sin pensarlo, Martín se ha vuelto una droga para mí y hace que todo lo malo que ocurra a mi alrededor desaparezca con solo tenerlo cerca. Quiero invitarte a cenar esta noche, así que colócate algo de lo que te compré.

- Está bien – en ese momento tocan la puerta y esta se abre, dejando ver al señor Marcos, que al verme me sonríe.

- Hola, Lisa, ¿cómo estás?

- Muy bien, señor Ferrer, ¿y usted?

- Nada de señor Ferrer, eso déjaselo a mi hermano, a mí dime Marcos – dice este con una sonrisa, sin embargo, noto cómo Martín lo está fulminando. – ¿Y esa cara, hermanito? Parece que me fueras a matar.

- Lo haré si sigues coqueteando con mi asistente – este suelta una carcajada.

- No negaré que tu asistente es una belleza – m****a, mis mejillas ahora están rojas – pero sabes qué, hay cierta mujer que me trae loco.

- Más te vale, no quiero partirte la cara.

- ¿Acaso estás celoso, hermano? – joder.

- Bueno, creo que es mejor que me retire – digo algo apenada, pero Martín me detiene.

- No, espera, es mejor que mi hermano sepa de una vez por todas que tú eres mía y que no puede andar merodeándote – ay, Dios mío, lo dijo, se lo dijo y justo a su hermano... Me quiero morir, qué vergüenza.

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