Después de colgar la llamada con mi amigo, no pude evitarlo. Encendí el celular y abrí las noticias relacionadas con Samuel y Liliana.
Habían captado a Liliana saliendo de su casa, desmejorada, sin la habitual manada de lobos leales que antes la rodeaban como sombra.
Su caída en desgracia, tras descubrirse que había falsificado su don, no solo la dejó en ruinas, también arrastró a su familia al desprestigio.
Samuel...
Las noticias decían que iba solo a la playa una y otra vez, como si buscara algo.
Ya no quedaba nada del alfa respetado y querido que una vez fue. La manada lo despreciaba por su traición.
Quienes antes lo admiraban por ser un lobo “fiel hasta el final”, ahora lo llamaban hipócrita, lo acusaban de haber perdido su “verdadero amor”.
Y yo... solo podía pensar lo absurdo que era todo.
Su "verdadero amor" jamás fui yo.
Esperó hasta que me fui —muerta para él— para empezar a extrañar lo que perdió.
—¿Profe, qué está viendo? —me preguntó Diego Mendoza, asomando su cabeza con cu