XIV Un enviado del rey
Al abrir los ojos, Lis vio al hombrecillo peludo yaciendo en el suelo, inmóvil a causa de la flecha clavada en su pecho. El resto de las criaturas volvió a sumergirse en la tierra y regresó al bosque de las sombras, no sin antes arrastrar con ellos el cuerpo del que había caído.

De la dirección de donde provino la flecha, un soldado se acercaba. Tenía el emblema de Arkhamis en la armadura, la espada cruzada sobre la pluma. El corazón de Lis se llenó de regocijo y nostalgia al verlo.

—¿Está bien, señorita? —preguntó amablemente el que resultó ser un joven.

—Me golpeé al caer del caballo, pero estoy bien. Todo gracias a ti, eres mi salvador.

Por supuesto, el soldado no la había reconocido. Y aunque ella tampoco lo conocía, deseaba abrazarlo como si fuera su hermano, un fragmento del hogar que había dejado tan lejos.

El soldado le sonrió con dulzura y la ayudó a levantarse. Juntos vieron el estado del caballo, que no era nada bueno. Tenía varios mordiscos en sus patas y la san
NatsZ

¿Qué criatura ha herido a la bestia?

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