En los días siguientes, Helena se encargó personalmente de la seguridad de Elizabeth, o al menos, esa fue la excusa que usó para mantenerse cerca y vigilar su estado, no le iba a permitir que en su debilidad le contara a Xavier acerca de su embarazo. Elizabeth, frágil mentalmente, comenzaba a quebrarse; el encierro la estaba empujando lentamente hacia la locura.
—Elizabeth, debes beber esto —dijo Helena, extendiéndole un vaso con un líquido oscuro—. Mi madre solía decir que fortalece al bebé. Por favor, hazlo por él.
Elizabeth negó con la cabeza. Esa mañana, en particular, se sentía peor que de costumbre.
—No lo sé, Helena… no me siento bien. Creo que necesito ir al médico.
—Xavier no lo va a permitir. No ahora, con todo tan complicado afuera —respondió ella, bajando la voz—. Las cosas no están bien, Elizabeth. Sus negocios se están viniendo abajo. Está tenso, más que nunca… por eso, por favor, bebe.
Sin darle opción, Helena le acercó el vaso a los labios y la obligó a beber. Luego, l