NO ERA MÁS QUE UNA VENGANZA.
Cuando Xavier regresó del sótano, las puertas de la mansión se abrieron. Dante entraba con los gemelos, recién llegados del colegio. Ambos tenían el rostro sombrío, y al verlos, Xavier sintió un nudo en el pecho. Llevaban días sin ver a su madre, y era él quien se los había prohibido.
—¿Por qué esas caritas, pequeños? —preguntó con suavidad mientras se acercaba.
Emma evitó su abrazo, y Eithan se apartó.
—Hueles a alguien borracho, papi —dijo Emma con desdén, rodando los ojos antes de subir las escaleras. Eithan, con los ojos llenos de lágrimas, negó con la cabeza.
—Papá… no me gusta ese colegio. Se burlan de nosotros porque dicen que no tenemos mamá. Nadie cree que esté enferma… y que por eso no la podemos ver.
Xavier tragó en seco. Su decisión de mantener a Elizabeth encerrada estaba afectando más de lo que imaginaba. Tal vez los niños merecían verla… pero no en ese estado tan aterrador.
—Claro que tienen mamá, hijo —respondió con ternura—. Solo que, como sabes, está muy enferma. Voy