—¡Xavier! —gritó Helena mientras corría hacia él y lo sujetaba del brazo—. ¡Maldita sea, vámonos!
Xavier lanzó una última mirada al cuerpo destrozado de Marcell. El dolor lo atravesó por un instante, pero no había tiempo. Se levantó de golpe y, junto a Helena, se adentró en la mansión. Afuera, los pocos hombres que aún le quedaban seguían resistiendo el brutal ataque.
Los disparos retumbaban por todo el lugar mientras Xavier y Helena corrían hacia el pasadizo secreto. Sabían que escapar de Vicenzo y la policía sería casi imposible, pero en ese momento, lo único que importaba era sobrevivir.
—¡Corre, Xavier! —gritó Helena.
Él cerró la puerta del pasadizo tras de sí y marcó la clave con manos temblorosas. Luego se dejó caer contra la pared, jadeando. El recuerdo de la traición de Elizabeth lo asaltó como una herida abierta. Sin embargo, las últimas palabras de Marcell quedaron grabadas en su memoria, y debía aclarar esa situación antes de asesinarla, debía saber a que se refería él.
—¡V