Herida que no Sangra
-Para sanar algo, primero hay que saber dónde está roto. -Dijo Meira, sentándose en cuclillas frente a Lía. Sus dedos jugaban con un tallo de hierba.
Lía sostuvo la taza con ambas manos. El calor se había disipado, pero no la necesidad de aferrarse a algo tangible.
-¿Y si no sé qué es exactamente? ¿Y si está tan enterrado que ya no lo distingo? -Preguntó en voz baja, con una honestidad que le sorprendió a sí misma.
Meira la miró, como si esperara justo esa pregunta.
-Entonces te toca desenterrarlo. -Respondió, con suavidad pero sin rodeos. -No te encuentras bien, y no es porque seas débil. Es porque estás fragmentada. Dividida en tantas capas que tu Loba ya no puede encontrarte. Necesitas enfrentarte a la raíz del dolor. Lo que sea que hayas dejado atrás sin cerrarlo.
Lía se quedó en silencio.
Una raíz. Un punto de quiebre. Un momento en que dejó de escucharse. Y entonces lo supo.
Fue ese día.
La conversación con Kael. O mejor dicho… la falta de ella.
El día en q