Capítulo 67

Ríces y Sombras

A la mañana siguiente, el claro parecía más callado.

Las cintas de colores seguían enredadas en las ramas, como si el viento jugara con los restos del día anterior.

Lía salió con una taza de té caliente y los pies descalzos sobre la madera del porche.

Había mirado a los niños antes de bajar, Keith dormía con el brazo colgando de su cama. Aleck roncaba boca abajo. Eliot se había cubierto con las sábanas de la cama. Todo parecía igual, con sus ositos cansados por el día anterior, pero al golpear la puerta de la habitación de Kael nadie contestó, Lía había abierto con cuidado de no despertarlo, pero encontró la cama vacía.

Apenas amanecía, el té en su taza mantenía sus dedos calentitos y la silla reposera que balanceaba su cuerpo era lo único que cortaba el silencio con un rechinido. Estaba perdida en sus pensamientos, en los últimos sucesos y cuánto había cambiado su vida. Entonces, entre los arbustos del límite, antes de que comenzara la arboleda apareció Meria sacudi
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