POV: Cecilia Hernández
El aire se volvió pesado, casi insoportable, mientras observaba aquella escena desde el último escalón. Sentía la sangre arderme en las venas, una mezcla de incredulidad y rabia que me impedía pensar con claridad. Arya. Mi hermana. La misma que había destruido todo lo que alguna vez tuve, estaba ahí, de pie en la casa de los Azacel… sonriendo.
Di un paso al frente, conteniendo el impulso de gritarle, y bajé con paso firme hasta quedar frente a ella. Mis manos temblaban, pero mi voz salió clara, cargada de desprecio.
—¿Qué es lo que haces aquí… hermana? —pronuncié esa última palabra con un veneno que ni siquiera intenté disimular.
Ella, como si nada, me miró con esa expresión dulce que siempre fingía ante los demás. Entonces, para mi sorpresa, corrió hacia mí y me rodeó con sus brazos.
—Solo vine a visitarte —dijo con esa voz melosa que me revolvió el estómago.
Su perfume me envolvió por un instante, el mismo que siempre usaba cuando quería fingir inocencia. Sent