POV : Tercera persona
Había pasado una semana desde aquella noche que cambió sus vidas para siempre. El mundo, que durante tanto tiempo había sido un lugar oscuro y peligroso para Aslin, comenzaba a sentirse seguro otra vez. Cada amanecer traía consigo una calma que casi había olvidado que existía. Caminaba por la casa y el sonido de las risas de sus hijos llenaba las habitaciones, devolviéndole la paz que Alexander le había arrebatado.
Aslin sentía que, por fin, podía respirar sin el peso de la amenaza constante. La muerte de Alexander había sido un infortunio. Quizás, si él se hubiese arrepentido a tiempo… quizás, si hubiese dejado atrás su obsesión enfermiza, las cosas no habrían terminado así. Había un resquicio de compasión en su corazón, pero no era suficiente para borrar el daño que él le había causado. Aquel hombre había destruido demasiadas cosas: su paz, su confianza, sus noches de sueño. Lo único que Aslin sabía con certeza era que, al fin, estaba libre.
Mientras ella recu