Aslin abrió los ojos de golpe, un estremecimiento recorrió su cuerpo al darse cuenta de que seguía viva. El eco del disparo aún resonaba en el aire cuando vio lo imposible: Alexander retrocedía un paso, el rostro descompuesto por la sorpresa y el dolor. Una bala lo había alcanzado en el brazo derecho, arrancándole un grito áspero que quebró su arrogancia. El arma cayó de sus manos y rebotó contra el suelo con un ruido metálico que se perdió en el murmullo del viento.
El mundo pareció detenerse durante un instante. Aslin, jadeante, apenas podía procesar lo que veía. Su corazón latía con tal fuerza que temió que le explotara en el pecho. El alivio momentáneo de seguir respirando se mezclaba con el terror latente: Alexander no era el tipo de hombre que cedía fácilmente.
Un rugido de motor irrumpió en la escena. Un segundo disparo silbó en el aire, y entonces, como una aparición salida de sus plegarias desesperadas, Carttal irrumpió entre los autos, su silueta recortada contra la luz de l