—Tenemos que irnos de Centralia —dije de golpe, con la decisión clavada en el pecho como un hierro ardiente—. Debo volver a Londres… tengo que salvar a mi familia. Quién sabe qué cosas tan horribles les está haciendo ese malnacido en este momento.
Me giré hacia la puerta, pero la voz de Ethan me detuvo en seco.
—¡Espera, Carttal! —exclamó con tono grave—. Eso sería un suicidio. Apolo debe tener el aeropuerto rodeado ya. Seguro se enteró de tu escape.
Me quedé inmóvil unos segundos. Cerré los puños. Sentí el temblor en mis músculos, no de miedo, sino de rabia contenida. El corazón me latía con fuerza, golpeándome el pecho como si quisiera abrirse paso por sí solo.
—No me importa —dije entre dientes, mirándolo con fuego en los ojos—. No puedo quedarme aquí sentado mientras Aslin y los niños están en manos de ese monstruo. No hay nada más importante que ellos. Nada.
Ethan intentó decir algo más, pero no lo escuché. Me giré y fui directo al baño. Cerré la puerta tras de mí con un golpe se