POV: Alexander Líbano
Me encontraba en una cabaña oculta a las afueras de la ciudad, un refugio que parecía invisible para el mundo y, sobre todo, para esos malditos hombres de Carttal que me seguían a todos lados. Solo aquí podía respirar, solo aquí estaba seguro, aunque no del todo. Porque el fuego que ardía dentro de mí no se apagaba ni siquiera con este aislamiento.
Después de que me dispararan, después de que se llevaran a mi mujer —a Aslin—, sentía la rabia más profunda y oscura, esa que quema hasta el alma y no te deja pensar en nada más. Y aunque la culpa era mía, por confiar, por bajar la guardia, también sabía que Aslin había jugado con fuego. Esa estúpida, siempre tan orgullosa, tan creída de que podía escapar de mí, de lo que éramos, de lo que la unión entre nosotros representaba.
Pero estaban equivocados si creían que iban a estar juntos y felices. No, no mientras yo siga vivo. Ella es mía. No importa lo que diga, lo que haga, lo que intente. Aslin me pertenece, para bien