Mundo ficciónIniciar sesiónSalieron de la clínica sin hablar. El sol de media tarde lavaba las fachadas con una luz que no calentaba. Clara rodeó el bolso con ambos brazos, apretándolo contra el pecho, y avanzó unos pasos hacia la banqueta. No miró a Marcus hasta que el semáforo peatonal marcó verde.
—¿Tomamos un café? —preguntó, como quien propone una tregua—. Aquí a dos cuadras hay uno tranquilo.
Marcus asintió. No tenía hambre, ni sed, ni lugar. Tenía un ruido de fondo en la cabeza, un zumbido que decía explícate y al mismo tiempo no hay nada que explicar. La siguió en silencio. En cada vitrina se reflejaban sus cuerpos: ella erguida por disciplina, él con la espalda un grado vencida. La puerta del café sonó con un timbre leve; adentro olía a pan de mantequilla y a granos recién molidos.







