Julia sintió el roce en su cabeza y abrió los ojos, encontrándose con el rostro pálido de él.
—¿Estás despierto? —preguntó.
—Sí —respondió él, sin dejar de mirar su hermoso rostro.
Julia se sintió incómoda y dijo:
—Iré a llamar al médico.
—Espera —Andrés la detuvo, con voz débil—. Aún es temprano, llamemos al médico más tarde.
Quería estar un rato con ella.
Julia volvió a sentarse y, mirándolo con sus grandes ojos, dijo:
—Ayer te hirió una bomba y perdiste mucha sangre. El doctor Díaz trató tus heridas y ahora necesitas reposo. ¿Te duele algo?
Andrés negó con la cabeza. Probablemente todas eran heridas externas; aparte de un leve mareo por la pérdida de sangre, no tenía otros problemas.
—¿Quieres comer algo? Puedo ir a comprarlo —ofreció Julia.
Andrés volvió a negar y dijo débilmente:
—Javier enviará algo más tarde, no te preocupes.
Julia se quedó sin palabras.
No sabía qué más decir y se quedó sentada en silencio por un largo rato.
—¿Podrías... no irte? —Andrés habló de repente.
—¿No