Justo cuando estaba por ver, qué tomar, para la migraña escucho que alguien toca mi puerta. Digo un; adelanté.
Y es, en ese instante, que mi dolor de cabeza aumenta.
— Hola, tenemos reunión en cinco minutos.
— Sí ya mi secretaria me informo. – es todo lo que digo, camino hacia la salida, pero Ares se interpone en mi camino me toma de las caderas y aparisiona mi cuerpo contra la puerta. Respirando en mi cuello.
— Estás hermosa. – Me susurra.
— Gracias, ahora déjame salir.
Pero Ares párese no oírme, pues solo lo siento presionarse más, a mí, aspira mi olor.
Y luego siento su lengua lamer mi cuello.
— Ares alejate, ahora. — digo en un susurró, que aunque quise que sonara fuerte, solo salió como un gemido. M****a.
— Tu cuerpo no me dice eso. Nena, deja de resistirte a esto que sentimos.
— Solo deja que fluya. Déjame sanar tus heridas, deja que yo cure tu corazón. Déjame entrar aquí.
Ares señala mi pecho, y enseguida mi sicatris arde.
Como una herida latente, que nunca sanará del todo.