— Puedes contar con mi hombro, cuando lo necesites, puedes contar con mis brazos, cuando necesites refugio en ellos. Todo yo, soy tuyo.
— También estaré para tí, cuando quieras hablar, desahogar todo ese peso que llevas.
Escucho atenta a sus palabras y decido que debo hacerlo, quiero contarle mi verdad, refugiarme en él, quiero que sepa todo.
Para así estar por fin sin tanto tormento, confiaré en él, y espero no arrepentirme.
Siento los latidos lentos del corazón de Ares, e llorado hasta sentir mis ojos hinchados.
Ambos estamos como hace unas horas, abrazados, él como si temiera que yo fuese a huir, y yo, aferrandome a él, como si mi vida dependiera de ello.
— ¿Te sientes mejor? – Escucho la voz ronca de Ares, asiendo que cada bello de mi piel se erice.
— Sí, ya estoy bien... ¿Puedes soltarme?
— No, no quiero hacerlo. Pues solo necesito tenerte entre mis brazos. Quiero sentir que no te irás.
— No me iré, lo prometo. – Aseguro. – Pero debemos ir a comer, ya muero de hambre. Mi estómago