Mundo ficciónIniciar sesiónMis dedos todavía olían a él: a obsidiana pulida, a acero, y a la promesa ardiente que forjamos en la mesa de estrategia. Habíamos sellado la Ley de la Unificación con nuestros cuerpos, un acto de voluntad tan total que por un momento pensé que el Exilio se había disuelto en el cosmos. Pero la paz, lo sabía, era solo la ausencia temporal de ruido. La verdadera guerra había comenzado al amanecer.
Me puse las ropas de regente, sintiendo el peso del título más que el peso de la seda. Luna Suprema. Era un recordatorio constante de que mi Compasión ya no era un arma secreta, sino la Ley que definía a este reino. Kael estaba ya en el ala de mando, su Disciplina lo ll







