45. Una rosa de Hariella para Hermes

Hermes agarró por la mano a Marianne y la llevó así, hasta el auto. Subió a Marianne en el vehículo y comenzó a manejarlo, dejando a su precioso ángel en la soledad de la tristeza.

Las lágrimas recorrían las mejillas de Hariella como delicado rio y se le dificultaba respirar. Sus manos le temblaban y en su seno, había un sentimiento de vacío.

Lena vio lo que había pasado y después de que ellos se fueron, se acercó a Hariella y le hablaba, pero su señora parecía ida en sus pensamientos.

Hermes solo condujo escasos metros de la iglesia y su vista se empañaba con sus lágrimas. Detuvo el auto y soltó a llorar de sin poder contenerse.

—¿Hermes, estás bien? —preguntó Marianne, colocando su mano en la espalda de él. No necesitaba ser adivina o la más intelectual, para darse cuente de lo que sucedía entre ambos—. ¿Ella es tu exesposa, cierto? Hariella Hansen es la mujer con la que estuviste casado y por la que no puedes iniciar una relación. La misma a la que todos conocen como la magnate.

—P
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