La pregunta, cargada de incredulidad y cierto tono de acusación, la dejó estática por un momento. No era el encuentro que esperaba tener, y mucho menos bajo esas circunstancias. El hecho de que Edán todavía tuviera la osadía de cuestionar su vida, su cuerpo, era casi insultante. Herseis sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, no de miedo, sino de incomodidad. Ya habían pasado varios años desde que la vida los había separado, y desde el breve encuentro en el centro comercial durante aquella situación humillante con la hermana de Helios, no habían vuelto a hablar.Respiró hondo recomponiéndose rápidamente. No iba a permitir que Edán la desestabilizara. No ahora. No más. Su vida había cambiado drásticamente, y aunque todavía lidiaba con las secuelas emocionales de su relación fallida, el peso de esos años de amargura ya no la hundía. Había encontrado en Helios una estabilidad y seguridad que le habían permitido reconstruirse desde las cenizas.—Es el tratamiento, nutrición, ejercicio y
La calidez que irradiaba su tono y la firmeza de su presencia hicieron que el corazón de Herseis se relajara de inmediato. La sonrisa que le ofreció no era solo una respuesta a su pregunta, era también una reafirmación silenciosa de lo que él significaba para ella: seguridad, tranquilidad, todo lo que alguna vez había necesitado.—Sí. Gracias. No ha pasado nada —dijo ella, esforzándose por mantener su voz estable. Sus palabras eran serenas, aunque dentro de ella aún se agitaban los residuos de la tensión vivida minutos antes. Pero la cercanía de Helios bastaba para disipar cualquier resto de ansiedad.—Otra vez tú, niño. Ella es mi esposa y tenemos asuntos pendientes —interrumpió Edán, con su voz cargada de cinismo, como si ignorara deliberadamente la realidad de su vida actual.Edán, que había sido quien la traicionó, ahora se atrevía a reclamarla como si aún tuviera algún derecho sobre ella. Como si los años, las mentiras y las heridas que había dejado no contaran.Helios no se inmu
Herseis se sonrojó al darse cuenta de lo atraída y enamorada que estaba de él. Incluso esas palabras le hacían sentir avergonzada, a pesar de su edad. Estaba completamente poseída por la firmeza y masculinidad de Helios. Era joven, sí, pero en ese momento no había ninguna duda en su mente de que era mucho más hombre de lo que Edán jamás podría ser. La fuerza de su carácter, la madurez que exhibía, el control que tenía sobre la situación... todo en él le fascinaba. Helios no era simplemente su esposo por contrato; él había ganado un lugar en su corazón, uno que ahora se sentía más seguro y más completo que nunca.—Pero si eres un niño —espetó Edán, interrumpiendo su reflexión y volviendo a la realidad con sus palabras llenas de burla y desdén—. ¿Cómo te enredaste con ese muchachito, Herseis?La sonrisa sarcástica de Edán intentaba disimular su frustración, pero su voz delataba la rabia que hervía bajo la superficie. Herseis notó cómo sus ojos se fijaban en Helios con desprecio, como s
Los escoltas mantenían vigilado a Edán hasta asegurarse de que no representaría más una amenaza. La tranquilidad de Helios y la seguridad de Herseis ahora los envolvían.El ambiente en el restaurante era tranquilo y exclusivo, con una iluminación suave que caía sobre las mesas elegantemente dispuestas. Los escoltas ya habían preparado el lugar, y Helios y Herseis fueron recibidos con una atención impecable. Aunque el incidente con Edán había dejado un leve rastro de tensión en el aire, esa sensación comenzó a desvanecerse en cuanto se sentaron uno frente al otro. Ambos se miraban con una complicidad que solo ellos podían entender.Helios, como siempre, mantuvo una postura impecable, su presencia poderosa irradiando un aura de autoridad serena. Mientras el camarero se acercaba para presentar el menú, Helios le dedicó una breve mirada antes de volverse hacia Herseis.—¿Qué te apetece hoy? —preguntó él con suavidad, su tono formal, pero lleno de esa familiaridad que había construido con
Edán regresó a la mansión Whitmore, donde vivía a costa de Eleanor. Solo recordaba esa escena asquerosa del beso de Herseis con ese jovencito. Él era más hombre que ese niño.Eleanor le hablaba a Edán, sin percatarse de que no lo escuchaba, ya que también estaba sumergido en sus propios planes para humillar a Herseis. Después de su discusión, les demostraría a todas que su esposo Edán era el mejor de todos y no ese horrendo viejo asqueroso con el que se estaba acostando y del que era amante.—El próximo fin de semana le diré a las chicas que llamemos a nuestros maridos, para ver qué tanto nos aman y están pendientes de nosotras —dijo Eleanor, explicando su idea—. Yo te llamaré y me vas a contestar, hasta programaré la alarma. Solo debes contestar y ser meloso conmigo. Compraré unos regalos y tú debes decir que les va a llevar un obsequio a cada una. Así, yo quedaré como la más amada de las esposas. Debes estar pendiente aquí en la mansión. La camioneta estará lista.Edán ni siquiera e
Eleanor asistió al club del té con su plan en mente. Había dejado a Edán en la mansión y los autos listos con los regalos. Actuó normal, siempre enfocando a Herseis con desdén.—Se me ha ocurrido algo —dijo Eleanor con astucia—. Es solo para saber qué tan atentos son nuestros maridos.—¿Qué es? —preguntó Sofía con interés.—Debemos llamarlos y ellos deben responder, no importa lo que estén haciendo, incluso en una reunión empresarial —dijo Eleanor con calma. Fingía su actitud.Los murmullos comenzaron entre las mujeres. Algunas estuvieron de acuerdo y otras se negaron para no molestar a sus maridos.Eleanor se encontraba sentada en una de las sillas más elegantes del club del té, con la espalda recta y una sonrisa falsa dibujada en su rostro. A su alrededor, las mujeres del grupo la observaban con una mezcla de expectación y curiosidad. Había presentado su plan con la misma confianza fría que siempre exhibía, pero ahora, en su interior, comenzaba a sentir cómo su fachada se agrietaba.
Herseis sentía una ligera tensión en el ambiente del club del té, aunque siempre había mantenido una compostura calmada y serena. El plan de Eleanor de hacer llamar a los esposos había caído como una trampa para muchas de las mujeres presentes, especialmente para aquellas cuyos maridos no habían respondido o les habían dicho que estaban demasiado ocupados. Después de ver la humillación que Eleanor había sufrido al no poder contactar a Edán, se encontraba dividida entre la ansiedad por lo que ocurriría si Helios no contestaba y la confianza en la relación que compartía con él. Helios no era como los demás. Su relación era distinta, aunque complicada.Sin embargo, no podía negar que había nervios en el aire. Eleanor y las otras mujeres se habían reunido a su alrededor, con los ojos puestos en ella, esperando tal vez que compartiera la misma humillación que Eleanor acababa de experimentar. Herseis observó cómo la líder del grupo la miraba con desdén disfrazado de interés, buscando cualqu
Sus palabras resonaban en su mente: "Ahora, no hay nada más importante para mí que ustedes dos". La voz de Helios tenía una fuerza que no provenía de la autoridad empresarial, sino de una ternura genuina, de un amor y una dedicación que solo le mostraba a ella, a su pequeña familia en formación. Herseis sintió que su corazón se expandía en su pecho, como si hubiera crecido de repente para abarcar todo el espacio que ese hombre llenaba en su vida. A su alrededor, podía notar los murmullos de las otras mujeres, los susurros admirativos, tal vez incluso envidiosos, de quienes la rodeaban, pero todo aquello se difuminaba frente a la intensidad de lo que experimentaba internamente.Cada declaración de Helios era un bálsamo, una confirmación de lo que ella sabía, pero que, en ese momento, adquiriría un peso aún mayor. De la manera en que él la protegía, no solo de peligros externos, sino también de las pequeñas inseguridades que la vida podía traer. El hecho de que se preocupara tanto por s