Shadow
Llegué a casa tarde por la noche.
Apenas entré me di cuenta que estaba solo.
Una sonrisa tiró de mis labios sabiendo que, a pesar de lo solitario que se sentía, este silencio no duraría mucho tiempo.
Me senté en el sofá, buscando el mando de la televisión. Cuando lo encontré, escuché el sonido de la llave girando en la cerradura.
Gabriella entró, con una cara de cansada, pero hermosa como siempre. Traía su mochila al hombro, todavía vestía el uniforme y el cabello desordenado en un moño alto.
—Hola, —suspiró exhausta.
A pesar de eso, me regaló una sonrisa tierna antes de acercarse y darme un beso.
Ella tenía esa habilidad casi mágica: borraba todos mis problemas con una sonrisa o un beso.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté mientras ella dejaba el bolso a un lado.
—Interminable. Pero sobreviví, como siempre, —respondió con una sonrisa agotada, caminando a la cocina—. ¿Tienes hambre? Voy a preparar algo rápido.
—Te ayudo, —dije, levantándome del sofá y siguiéndola.
Gabriella ya esta