AMARA CORTÉS.
Su nueva actitud me pone muy nerviosa. No entiendo qué quiere conseguir con esto.
— ¿Qué crees qué dices? Ni siquiera puedes quererme tan rápido.
— Ya te lo dije Amara, mientras tú lo mirabas a él, yo te miraba a ti. —Le da un largo trago a su refresco— Tú misma eres testigo de que se puede amar sin estar cerca, solo con el simple hecho de ver a la persona todos los días.
— No vale ponerme a mi como ejemplo solamente porque yo ame a alguien con quien apenas puedo pasar diez minutos.
— Entonces, tú puedes amar a alguien que es imposible y yo no puedo simplemente quererte a ti.
— Pues no.
— ¿Por qué no?
— Porque sabes que no puedo corresponderte.
— ¿Contamos todos los amores qué no son correspondidos? No puedes mandar sobre los sentimientos de nadie solamente porque tú no los compartas.
Me pongo en pie.
— ¿Con qué intenciones has hecho todo esto? Decir que tú eres la persona que yo quiero para que mi abuelo no me mate a golpes ¡Dime! ¿Por qué?
— Ya sabes porqué. No