Capítulo 97. Cascarón arrogante
Isabella se acurruca en el regazo de Benedict dentro de la camioneta. El calor de su cuerpo la reconforta, pero pronto recuerda las manchas en su ropa, los arañazos, el desastre que lleva encima. Intenta incorporarse, incómoda, pero los brazos de su esposo la retienen con firmeza.
—No —murmura él sin mirarla, apretándola un poco más contra su pecho.
Blas, atento desde el asiento del conductor, cierra el panel divisor para brindarles privacidad.
Benedict se quita el saco sin esfuerzo y lo coloca sobre los hombros de Isabella, cubriéndola con gesto protector. Ella se estremece, no por el frío, sino por el gesto en sí.
—¿Te duele? —pregunta él con el ceño fruncido, observándola con detenimiento.
Isabella niega con la cabeza, y una sonrisa irónica le cruza por los labios.
—No, es superficial.
Él asiente, visiblemente aliviado. Su mirada pierde dureza y se vuelve casi… ¿amorosa? Isabella lo observa con atención. Ese hombre va a matarla algún día con tantos cambios de humor. Si alguien los