Al principio, Alessia había planeado decirle a Isabella sobre el embarazo cuando se encontraran en el restaurante. Quería ver la derrota en su rostro, provocarle el impacto en persona, sin rodeos. Pero después de que Isabella prácticamente la ignoró cuando le escribió por mensaje, comprendió que necesitaba una estrategia distinta. No podía arriesgarse a que la confrontara, a que dudara de ella. Por eso habló con su madre. Juntas idearon la escena perfecta. Así sería mucho más creíble, más devastador. Isabella no tendría forma de contradecir una palabra.

—Nos enteramos hace unos días —añade Alessia con voz dulce, pero firme, cuando Isabella no responde. Se lleva la mano al vientre y sonríe—. Cuando estábamos juntos, me empecé a sentir muy mal. Benedict me llevó al hospital, y allí lo confirmaron. Estoy embarazada. Él se quedó conmigo hasta que me sentí mejor. Me cuidó. Me acompañó todo el tiempo. No me dejó venir a casa hasta que me sintiera mejor.

Megan, parada junto a Isabella, se vu