Los hijos del Alfa Nial están tramando una travesura deliciosa. Han oído que su padre está en busca de una niñera para que se encargue de ellos, ya que su oficio como jefe de la manada le mantiene ocupado a tiempo completo. Así que ellos mismos van a buscar a una mujer. Pero no para que sea su niñera. ¡Sino para emparejarla con su padre!
Ler maisRebeca tecleó con una velocidad innata las teclas del ordenador que descansaba en el despacho de su padre. La hija mayor del Alfa no tuvo problemas en acertar la contraseña del aparato, rodeada de sus hermanos abrió una página en la que personas buscaban a niñeras para cuidar a chiquillos. Había algunas con títulos, otras que eran aficionadas y novatas.
La muchacha envió un apartado solicitando una mujer niñera. Todos esperaron en silencio a que alguna cayera en la trampa.
—¿Por qué nadie nos contesta? —la pequeña Kate se lamentó.
Rebeca frunció el ceño, volvió a refrescar la página por si había una nueva notificación. Pero nada, la caja de noticias estaba vacía.
—¡Agh! ¡Maldición!
Kate la observó mal.
—Papi no quiere que digamos esas palabras —le regañó la pequeña a la grande.
Sus hermanos gemelos, Jessie y Jesse, ambos con nombres similares, pero demasiados distintos para ser iguales. El mayor con dos minutos de diferencia se acercó a la pantalla para verificar por el mismo lo que estaba sucediendo, su clon permaneció callado.
—Kate eres una niña tonta, vete a jugar con tus muñecas feas —le dijo a su hermana pequeña.
Kate se ofendió por eso.
—¡Se lo diré a papá! —chillo ella.
—¡Pues yo le diré lo que estáis haciendo! —gritó él.
Todos sus hermanos hicieron un sonoro "Shh" para que se mantuviera en silencio. Rebeca siguió buscando en la página algo con lo que pudiera encontrar a una humana capacitada para enamorar a su padre y sacarlo de la oscuridad en la que estaba sumido. Todos sus hermanos se habían puesto de acuerdo, la próxima niñera debería enamorarse de su padre y emparejarse con él.
El amor lo sacaría del agujero de tristeza en la que estaba metido desde hacía dos años, cuando su alma gemela destinada muriera dejándole devastado.
A ningún integrante de su familia le gustaba hablar mucho sobre lo sucedido de aquella noche.
Había sido tan dura, tan triste, tan maligna. El solo hecho de recordarlo, hizo que a Rebeca se le subiera un estremecimiento por la espalda.
Llevó el cursor de la pantalla hacia una chica rubia, de cabello corto y nariz afilada. Era bonita, demasiado bonita. Incluso tan vez se hubiera hecho unos retoques. Su currículum estaba completo.
—Samantha Rivera, veinticinco años. Vive en New Jersey —leyó Rebeca en voz alta.
—Se llama igual que yo —dijo Sam de quince años —. No me gusta, siguiente.
Rebeca la miro sobre el hombro.
—Sam, no podemos ser tan exquisitos. Así nunca vamos a encontrar una novia para papá —le explicó, pero la muchacha pulsó el botón para ver a otra candidata.
—¡Parece una bruja! —exclamó Jesse, que se había mantenido callado.
—¿Y si tiene hechizos para embrujar a papá? —se preguntó Kate con la voz chillona —. A lo mejor hace que nos deje de querer. No quiero que papi nos olvide.
La chiquita comenzó a lloriquear, pero para hacer que su hermana se calmara, Rebeca la sostuvo entre sus brazos y la posicionó en su regazo para darle un suave beso en la cabeza. Le susurró palabras tranquilizadoras, pero siguió buscando.
—Kristen Fox —dijo lentamente Rebeca.
La muchacha que estaba en la pantalla no podía tener más de veintiún años de edad, su cabello pelirrojo fuego hacía juego con sus ojos verdes como las hojas de un árbol. Sonreía anchamente dejando a la vista sus comunes dientes blancos. Su cara era ovalada y trasmitía confianza.
El anuncio decía:
«¿BUSCA UNA NIÑERA? Yo soy la persona indicada para cuidar de sus pequeñines. Conmigo sus hijos no tendrán ningún momento de aburrimiento, estarán bien cuidados en mis manos y nos divertiremos juntos mientras aprendemos. Puedo cuidar a niños más grandes, a más pequeños, o incluso a bebés. Tengo un curso de enfermería por si los pequeños se hacen alguna herida y excelente sentido del peligro. Si sus hijos están en peligro, yo estaré ahí para salvarlos».
Algo le hizo saber a Rebeca que aquella mujer era la indicada.
—Qué bonita es —murmuró Kate.
—¡Y dice que le gusta jugar al fútbol con los niños! —soltó Jessie, chocó los cinco con su hermano gemelo
—Estoy pensando que ella puede ser la indicada —confesó Sam.
—Y yo —dijeron al unísono los gemelos.
—Chicos, más silencio —les regañó Rebeca —. Papá puede volver en cualquier momento, y como nos vea aquí sentados nos va a mandar a las mazmorras con todos esos lobos salvajes sin manadas y solitarios. Así que mantened silencio, si de verdad queremos encontrarla, tenemos que votar entre todos. ¿Quién elige a Kristen Fox como candidata?
—Yo.
—Obviamente es la mejor opción.
—Nosotros opinamos lo mismo.
Todos se pusieron de acuerdo para elegir a la muchacha.
Así que Rebeca le mandó un mensaje privado para contactarla, no obtuvo respuesta de inmediato. Espero y espero a que contestara, pero el chat seguía estando vacío.
Los niños bufaron, estaban empezando a aburrirse cuando oyeron el coche de su padre detenerse en los aparcamientos de la mansión. Se miraron aterrorizados entre sí, no tardaron en apagar las computadoras y salir disparados hacía sus respectivos dormitorios.
—Hablaremos con ella mañana —susurro Rebeca a los demás.
Cuando su padre se introdujo en su hogar, se encontró a sus dulces retoños dormidos. Cosa que le hizo subir una ceja extrañado, en su hogar nunca había silencio. Sin duda algo estaban tramando, pero no le dio importancia y subió hacia su despacho para seguir con su estresante trabajo.
Deseó con todas sus fuerzas que su esposa volviera.
Pero eso no podía suceder.
Su Luna estaba muerta.
A Kaitlyn le encantaba huir. ¿Pero cómo demonios iba a hacerlo ahora? En realidad ella quería esa cita, pero no era lo correcto. No sabía de las intenciones de ese hombre, bueno si las sabía, porque las suyas eran las mismas. Eso la avergonzó tanto. Quería algo más. No solo sexo casual por los rincones. No sabía el motivo, en su vida siempre sus amantes habían sido cosa de segundo plato, pero ahora. Ni siquiera lo sabía. ¿Qué tenía ese hombre que la hacía ir hasta él como un imán? Tal vez solo necesitaba esforzarse y pensar. Hacerlo mucho hasta que hubiera una explicación razonable. —¿Por qué tan callada? —preguntó Sam, con el final de su bolígrafo en la boca.Los niños estaban en su sala de estudio, haciendo sus deberes del colegio. Rebeca aún no había aparecido y eso a la pelirroja le asustó. La mayor de los Wolf ya era más grande, pero eso no significaba que pudiera desaparecer sin dejar rastro o al menos llamar a casa para avisar de su retraso. Levantó la cabeza para mirar a S
—Si no vas a pedírtelo tú, lo quiero yo. ¿Viste tremendo papasote? Amo, nena —comentó Rose entre risitas —. Que piernas. Que brazos. Que rostro tan atractivo. Creo que me he enamorado. Me pregunto le colgará de entre las piernas algo considerable. Había subido al dormitorio de su amiga niñera para contarle que había conseguido un trabajo nuevo como camarera, en algún restaurante del pueblo, el que estaba más abajo de la colina y que Kaitlyn no sabía de su existencia aún. La pelirroja miró a su amiga con una ceja alzada, no le ponía celosa ni nada lo que Rose decía, pero se sentía incómoda. Después del encuentro con Nial en el bosque, después de esos besos que le dio y que el recuerdo de aquellos permaneciera en ella por la eternidad, Kaitlyn no se sentía cómoda hablando sobre él. Sacudió la cabeza y prestó atención a la conversación. —Eres tan descarada como él —acusó la pelirroja. La amiga la examinó con interés. —¿Y cómo sabes tú que es descarado? —preguntó Rose sonriendo con
CAPÍTULO 12Ojos en el bosque Kaitlyn quería recordar algo. Pero no sabía lo que era. ¿Los besos de ese semental? Tal vez. Ahora estaba más horrorizada que antes. ¡Cómo demonios había sucedido aquello entre los dos! Las mejillas de ella estaban rojas por la vergüenza. Se repetía una y otra vez que había sido un error, uno que le gustó, por cierto. Agarrándose del uniforme roto, se tapó su desnudez y corrió hasta la mansión de su jefe. No importaba si dejaba la cesta de ropa tirada en el suelo, necesitaba una ducha de agua fría urgente. Cuando llegó a la casa, se escondió entre unos arbustos del jardín y revisó su había alguien pasando por allí, cuando verificó que el lugar estaba solitario, salió disparada hacia la puerta de atrás de la cocina. Casi le da un atasque al corazón cuando se encontró con Ama en la misma puerta, ella tenía unas facciones enfadas. —¡Aquí estás, muchacha! ¡Me tenías preocupada! —exclamó la doña dirigiendo sus ojos hacia la prenda rota —. ¿Se puede saber
Nial persiguió a Kaitlyn acechándola de forma lobuna, solía hacer eso cuando quería divertirse con algún animal solitario y después devorarlo con sus caninos. Solo que está vez, pensaba devorar la entrepierna de la señorita que huida despavorida. Si centro vibró con deseo, pronto una enorme erección adornaba sus pantalones. Esbozó una sonrisa peculiar, pero jodidamente sexy cuando alzando a la joven pelirroja. La atrapó por las caderas aferrándola con sus fuertes brazos y tirando de ella para que la distancia se disipara. Kait jadeó, tal susto fue aquel, que soltó la canasta por inercia. Con horror observó como el objeto rodaba chocándose con raíces que sobresalían de la tierra, la ropa se esparció ensuciándose más. Después levantó la cabeza para obsérvalo a él. Sus ojos, tan negros por la perversidad que habitaba en ellos, la hizo estremecer con hormigueos extraños. —Usted está loco, señor Wolf. Suélteme inmediatamente —murmuró ella con valor. Nial la empujó para estrecharla cont
Cuando los niños se subieron en su pequeño autobús personal, y emprendieron marcha hacia el colegio, Kaitlyn por fin pudo respirar en paz. Tuvo que mandar a los niños al baño para que se ducharan y quitaran toda esa suciedad provocada por la pelea. Más tarde, tendría una conversación con los niños. No les gustaba ver como ellos se ofendían o peleaban. Eran muy chiquitos para esas cosas. Observó como el vehículo se alejaba campo abajo, donde el claro se extendía. No había ido allí así que lo sabía si él claro se cerraba o hay más terreno lleno de casas. Pero tenía tanto que hacer todavía, bufo por lo bajo. La ama de llaves apareció detrás del porche, le dio un pequeño susto. —No te quedes ahí, muchacha. ¡Tienes ir a lavar la ropa! —le notificó la mujer. Kaitlyn suspiró hondo. Solo eran las siete y media de la mañana, pero estaba agotada. —No tardaré nada, Ama. La lavadora hará el trabajo en unos minutos... —¡Pero que lavadora ni que nada! —exclamó la señora, Kait la miró con los
Después de tener ese fugaz encuentro con el padre de los niños, corrió despavorida hacia su cuarto y se encerró a él más de media hora para no volver a encontrarse con ese semental y calmar sus nervios. Más tarde, cuando salió la ama de llaves le dijo que estaba retrasada en despertar a los niños y su desayuno. Se disculpó, y fue llevando a los niños uno por uno a la cocina, donde al comedor, la cocinera personal de hogar preparaba ya el desayuno para ellos. —¡Queremos tortitas! ¡Queremos tortitas! —dijeron al unísono los gemelos Jesse y Jessie. —¡Con mermelada de fresa! —chilló la pequeña Kate. —¡Claro que no! ¡Con chocolate sabe mejor! —emitió Sam, la chica adolescente. Eso fue lo que escuchó Kaitlyn al entrar en el comedor junto a Megan, la hija de once años paralitica de Nial. La bonita muchacha parecía un ángel con su cabello rubio y sus ojos azules como el agua del Mar Caribe. Lastimosamente sus piernas dejaron del funcionar cuanto tuvo un accidente del que no se atrevía a
Último capítulo