139. REFUGIO

Después de pronunciar esas palabras, invitándolos a traer a todos, y ver como me observaban incrédulos cosa que no comprendía los animé.

—¡Vamos! ¿Qué esperan? Vayan por los demás.

Se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decirme, hasta que el padre Bartolomé, que había escuchado la última parte de la conversación, los mandó a realizar la tarea, incluso cuando bajaban las escaleras se giraban como si no lo comprendieran. No tuve tiempo de analizar su comportamiento, corrí a mi habitación a cambiar mis ropas, pues a pesar de que Julián me hizo abrigar sentía frío.

Al entrar existía una extraña sensación de que alguien más se encontraba allí, por lo que giré dispuesta a salir.

—¡Detente! —escuché una tenebrosa voz. —Tienes que escucharme.

Giré despacio para encontrarme con la horripilante figura del monstruo que me perseguía, pero esta vez se mantenía alejado de mí. Su actitud era calmada, y ya no tenía toda su dentadura afuera, se veía más humano. En sus manos tenía un amarillen
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