308. REGRESO A LA TIERRA

Me hablaba Tomaza al tiempo que terminaba de arreglarme el vestido, mientras Dolores me cepillaba el cabello, las miraba con dulzura y salí al encuentro del padre.

—Pero mírate, si pareces que no estuviste enferma, Dios es grande.

— ¿Y cómo fue eso que le dio por visitarme padre?

—Nada, estaba yo en mi parroquia arreglando unos candelabros, cuando escuché una voz que me decía que debía venir a verte. Como me quedé preocupado después de tú confesión y de todo lo que me dijiste que iban a hacer ese día, temía que algo malo te hubiese pasado, me monté en mi mulo y aquí me tienes.

— ¿Quien le abrió la puerta?

— Eso fue otro misterio, cuando toqué estaba cerrada, pero después de esperar un rato empujé un poco y se abrió, como no te encontré subí a tú cuarto donde estabas dormida profundamente. Busqué a todos los sirvientes y no los encontré, mandé a mi monaguillo que me había acompañado a decirle al señor Edmundo lo que pasaba, y se apareció hace un rato con esa señora y unos cuantos obre
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