56| Ni un padre ni un hijo.

Cuando doña Keira le dio la noticia, Caleb se quedó paralizado por un momento mirando por la ventana. Las palabras resonaron en su mente por un largo minuto, apretó el celular con tanta fuerza que la pantalla se puso de colores.

— ¿Caleb? — preguntó la mujer — Lo siento, trata de calmarte, llamaré a Harry para que vaya para allá.

— No — murmuró despacio, la voz le salió airosa, no quería llorar — envíame los resultados — y luego cortó la llamada.

Esperó ahí de pie frente a la ventana, inmóvil, hasta que llegó el correo con los resultados de la prueba de ADN y pasó un largo rato leyéndolos. No había dudas, ya no.

Tomó un abrigo y salió a la calle, la lluvia se había convertido en un aguacero incesante que provocó arroyos por las calles.

Caleb buscó caminar por las aceras para no mojarse con la lluvia, no quería conducir y a donde iría estaba relativamente cerca, pero el aguacero le empapó los pantalones y el frío se le coló en los huesos. El mar, a los lejos, sonaba furioso y revo
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