Cap. 4

Suspiro pesadamente, fingiendo que estoy cansada de esperar mientras agarro ambos tacones, de repente me paro estrellando los tacones en las mucamas que tengo a mi derecha e izquierda, ambas caen al piso, la mucama que queda me mira con sorpresa, pero antes de que se acerque tomo la silla en la que estaba sentada y se la lanzo.

—¡Lo siento! —grito comenzando a correr al jardín, sin sentirlo realmente.

Corro atravesando el jardín y los rosales, aunque una extraña sensación me martilla en el pecho, no se porque, solo se que algo no se siente bien, no siento como si de verdad estuviera escapando, sacudo mi cabeza alejando esos pensamientos innecesarios.

“Solo un poco más” pienso, “Solo un poco más y estaré en el bosque”

Aunque logro llegar al bosque la extraña sensación no se me quita del pecho, todo se siente extraño demasiado extraño, lo único que escucho es el aire soplando contra los árboles, mis pasos sobre la tierra, todo está tranquilo, demasiado tranquilo.

Nada se parece a la primera vez que escape, no hay perros persiguiéndome, no hay un escándalo, no hay guardias intentando detenerme, no hay nadie tras de mí.

Tal vez él pensó que no seria tan tonta como para intentar huir de la misma manera dos veces, sigo mi camino, mientras mi cabeza no deja de pensar.

Hace tres años había hombres armados en cada salida posible de la mansión, los pasillos siempre tenían personal, el patio, aunque no era muy vigilado tenia hombres armados patrullando, eso sin mencionar a los perros.

Siempre atados con gruesas cadenas, son perros enormes rápidos y especializados para el ataque, Alonso siempre decía que esos perros eran mas peligrosos que las armas, siempre me decía que tuviera mucho cuidado con ellos, solía decir que no corriera frente a ellos porque podrían arrancarme una pierna y el no quería una esposa lisiada.

Comparando la seguridad de hace tres años con la actual, deja mucho que desear, nunca vi a ningún hombre armado, no había patrulleros en el jardín y ni siquiera escuché a los perros.

Dejo de correr.

De repente, la extraña sensación que sentía en el pecho ahora tiene sentido, no estoy corriendo a mi libertad estoy corriendo a una trampa.

Intento regresa sobre mis pasos y tomar una ruta diferente de escape, pero en cuanto empiezo a correr el sonido de pisadas justo detrás de mi me alteran, los pasos son rápidos, me está alcanzando.

Mi esperanza, se esfuma en un segundo cuando la persona que me sigue me atrapa tirándome al suelo.

Creo… que nunca tuve realmente una oportunidad para huir.

Pov Alonso

Escucho los pasos mucho antes de verla, “sabía que intentaría escapar” pienso mientras sonrió para mis adentros.

- ¿Te divertiste? - pregunto una vez Lilian esta frente a mí siendo escoltada por algunos de mis hombres, el vestido ahora esta manchado y lleno de lodo, en su cabello tiene algo de maleza y tierra en su cara.

Aunque su apariencia solo resalta su encanto.

- ¡Eres un maldito! - exclama, y su rostro esta rojo de enojo, aunque admitiré que su expresión me parece verdaderamente adorable -porque no puedes dejarme en paz?

-Sabes ma rebelle nunca me decepcionas – contesto ignorando sus quejas mientras acerco mi mano a su mejilla y comienzo a limpiar un poco de la tierra.

Ella se estremece ante mi tacto intentado alejarse, pero por alguna razón cojea. Alejo mi mano solo para notar que el vestido azul tiene manchas, son apenas unas gotas, pero son sin lugar a dudas, gotas de sangre.

Ma rebelle —digo en un susurro que apenas logro contener. Mi voz ya no tiene la condescendencia de antes, ahora es puro hielo—. ¿Te lastimaron?

Ella no responde, pero su silencio es toda la confirmación que necesito. La furia, fría y absoluta, nubla mi visión por un instante. Me giro hacia el grupo de hombres que la escoltaban. Mi mirada recorre sus caras inmóviles hasta posarse en él, el único con barro en su ropa.

—Tú —digo, y mi voz no alza el volumen, pero corta el aire como un cuchillo.

Sin prisa, me acerco al guardia más cercano y tomo el arma de su cintura. Él intenta protestar.

—Mi señor, espere, ella—

No termina la frase. El estallido del disparo retumba en el silencio del jardín. El hombre que lastimó a mi esposa se desploma en el suelo. Un halo escarlata comienza a extenderse sobre la tierra.

Miro a los demás, uno por uno. El mensaje debe quedar claro.

—Nadie toca a lo que es mío —digo, dejando el arma humeante caer al suelo—. Nadie.

Me vuelvo hacia Lilian, cuya expresión de enojo se ha teñido ahora de un terror genuino. La bestia que ella sabía que vivía en mí acaba de mostrarse, y por primera vez esta noche, se queda sin palabras o eso creí.

—Y aun te preguntas porque escape— dice en un susurro, pero decido ignorarla.

Sus quejas son tontas, yo no le haría daño, ni la haría llorar al menos que ella lo pida o estemos en mi cama.

—Y tú, mi rebelde esposa — añado, acercándome de nuevo a ella—, has causado demasiados problemas por hoy— menciono acercándome a su oído y susurrando solo para ella— recuerda: si te portas mal te castigare

Lo ultimo lo menciono mordiendo juguetonamente su oreja.

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