Anya entró todo lo necesario en una maleta para su hijo. Como el tratamiento que le habían puesto antes era duradero, dejó que su pequeño disfrutara de esas vacaciones. Él se había hecho a la idea de que estaría bien durante esos meses fuera, ya que ella había hecho todo lo posible por pagar hasta un viaje por el hecho de que su hijo nunca le pedía nada a cambio.
Salieron de la casa. Lo dejó en la escuela y luego fue a su trabajo, no sin antes agarrar sus cosas del auto y rezar para que Zair no se presentara por ningún lado en el que ella se encontrara. Habían pasado unos días en los que pudo estar en completa calma, sin que él la molestara o le recordara el beso que se dieron en la oficina de este y que casi llegaba a algo más.
Saludó a algunas personas que estaban en la recepción, como siempre. Si mal no recordaba, Jessica le había dicho que todos esos lobos y humanos estaban ahí por ella. Marcó el número del último piso y se pasó una mano por el rostro al ver que tendría que quedar